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Actualizado: 18 de junio de 2025
Bismarck era de oficio delantero de diligencia, era de la tralla, según en Vetusta se llamaba a los de su condición; pero sus aficiones le llevaban a los campanarios; y por delegación de Celedonio, hombre de iglesia, acólito en funciones de campanero, aunque tampoco en propiedad, el ilustre diplomático de la tralla disfrutaba algunos días la honra de despertar al venerando cabildo de su beatífica siesta, convocándole a los rezos y cánticos de su peculiar incumbencia.
Felicitamos a los marqueses de Villamelón por haber introducido esta elegante novedad, que no tardará en ser imitada en las mesas y salones de la corte». Todas estas y otras majaderías por el estilo leía Currita con ávido deleite, mirando con desdén, desde la altura de su triunfo, a Metternich y a Pitt, a Cavour y a Bismarck.
Entre aquellas figuras interesantísimas se veía á Bismarck, al Emperador do Alemania, á Napoleón y á otros grandes hombres. Migajas no cabía en su pellejo de puro orgulloso. Pintar las emociones de su alma cuando se lanzaba á las vertiginosas curvas del wals con su amada en brazos, fuera imposible.
Bismarck, oculto, vio con espanto que el canónigo sacaba de un bolsillo interior de la sotana un tubo que a él le pareció de oro. Vio que el tubo se dejaba estirar como si fuera de goma y se convertía en dos, y luego en tres, todos seguidos, pegados. Indudablemente aquello era un cañón chico, suficiente para acabar con un delantero tan insignificante como él.
Un viejo tendero español el iniciador de la suscripción se entusiasmó al verle. Estás más hermoso que el sol. Pareces Bismarck...pareces Hindenburg. Así deberías ir todos los días, Doroteíto. Y le acariciaba el vientre con suaves palmadas.
El ruso, sin salir de su contemplación, se sirvió otra copa. Luego sonrió con una ironía cruel. Su rostro barbudo tomó la expresión de una máscara trágica asomando entre los telones de la noche. ¡Qué pensarán allá arriba de los hombres! murmuró . ¿Estará enterada alguna estrella de que existió Bismarck?... ¿Conocerán los astros la misión divina del pueblo germánico? Y siguió riendo.
Quedóse tamañito el señor Pulido ante el perfil de perro dogo de Bismarck que las palabras del diplomático evocaban sobre la mesa, y comprendiendo que se le recordaba con aquel elegante giro que el undécimo mandamiento de la ley de Dios es no estorbar, despidióse esta vez con el dedo índice muy plegadito, medrosico y esperanzado, mas no sin echar antes una ojeada furtiva al proyecto de tratado secreto con Alemania, que la extendida mano del diplomático parecía proteger contra todo amago de curiosidad.
Durante la comida, todos charlaban por los codos, excepto Pacorrito, que por ser muy corto de genio no desplegaba sus labios. La presencia de aquellos personajes de uniforme y entorchados le tenían perplejo, y se asombraba mucho de ver tan charlatanes y retozones á los que en el escaparate estaban tiesos y mudos cual si fuesen de barro. Principalmente el llamado Bismarck no paraba.
¡Ah, ya! ¡Eso es otra cosa! replicó jovialmente Jacobo . A la diplomacia de las faldas no hay quien resista. Recuerdo haberle oído a Castelar que el mundo es de las faldas y de las faldas: es decir, de las enaguas y de las sotanas. Pues téngaselo usted por dicho, señor de Bismarck... Porque supongo sabrás que estoy nombrada plenipotenciaria...
Cuando esto decía, el señor de Bismarck miraba á Pacorrito con expresión de burla tan picante y maligna, que nuestro insigne héroe se llenó de coraje. En el mismo instante, el tuno del Canciller disparó una bolita de pan con tanta puntería, que por poco deja ciego á Migajas. Pero éste, como era tan prudente y el prototipo de la circunspección, calló y disimuló.
Palabra del Dia
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