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Actualizado: 5 de julio de 2025
Muchas veces estaba de rodillas pidiendo perdón a la comunidad y se reía a carcajadas, o entraba en las clases a besar el suelo y con sus muecas armaba un belén en todas ellas. ¡Las veces que habrá adelantado el reloj para que llegase primero el momento de recreo! No se podía estar tranquila teniéndola a ella en la clase.
El joven cobró aliento. Pero cuando ella le volvió la espalda para escuchar la ópera, estaba tan alterado aún y confuso que no se atrevió a besar el cabello, aunque el peinado era bajo y la ocasión más propicia que nunca. Al cabo de un rato, Clementina se volvió de pronto y le dijo en voz baja: ¿Por qué no besa usted hoy el pelo como otras noches? La emoción fué inmensa, abrumadora.
Yo era en aquel tiempo un fatuo, muy envanecido de mi nombre, de mi juvenil importancia y de mis pobres triunfos de salón; pero tenía el corazón sano, adoraba á mi madre, con la que había vivido durante veinte años en la más estrecha intimidad que pueda unir dos almas en este mundo; me apresuré á asegurarle mi obediencia: ella me dió las gracias inclinando la cabeza con una triste sonrisa y me hizo besar á mi hermana dormida sobre sus rodillas.
Don Quijote respondió que él le perdonaba, y el cura fue por Sancho, el cual vino muy humilde, y, hincándose de rodillas, pidió la mano a su amo; y él se la dio, y, después de habérsela dejado besar, le echó la bendición, diciendo: -Agora acabarás de conocer, Sancho hijo, ser verdad lo que yo otras muchas veces te he dicho de que todas las cosas deste castillo son hechas por vía de encantamento.
»Interrumpiéndome, me dio a besar su mano abrasadora y luego me suplicó que le leyese algunas páginas de Pablo y Virginia. »Precisamente fui a abrir el libro por el pasaje donde se describe la despedida de los dos niños. Mientras leía costábame gran trabajo el reprimir los sollozos que me ahogaban. »De vez en cuando entraba el doctor a ver a su hija y en seguida se marchaba, con aire preocupado.
Veo brillar el cielo tan puro y refulgente como cuando forjaba mi primera ilusión, el mismo soplo siento besar mi mustia frente, el mismo que encendía mi entusiasmo ferviente y hacía hervir la sangre del joven corazón.
Yo no sé, porque, siempre se encerraba con el señor en el escritorio. ¿Cuántas veces ha estado aquí? Tres o cuatro veces. ¿Nunca sospechó usted que hubiera entre ellos una relación muy íntima... que ella fuese su querida?... No podría decirlo. Un día... ¿Qué? La vi besar la mano al señor. ¿No oyó usted lo que decían? Hablaban en ruso. Yo no podía entender. Hagamos una suposición.
Y se dejó besar por su hijo, que después corrió al comedor con el ramo, y no encontrando un jarrón capaz de sostener aquella pirámide de flores lo colocó entre dos sillas. Don Juan fue casi llevado en triunfo al salón por sus sobrinas.
Se inclinó, ó más bien dicho, se dobló en ángulo, con brusca rigidez, al besar las manos de las dos señoras. Luego se llevó un monóculo de impertinente fijeza á uno de sus ojos, mientras la doctora hacía las presentaciones. El conde Kaledine... El capitán Ferragut.
Aquella noche Cándida, la huesuda señorita que ya conocemos, en vez de ir a besar la mano al P. Melchor y sentarse a su lado y cuchichear toda la velada, fue a hacer lo mismo con el P. Norberto. ¿Por qué esta deserción? En la tertulia nadie lo sabía más que los interesados y D.ª Rita.
Palabra del Dia
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