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Actualizado: 23 de junio de 2025


Doña Clara se puso vivamente encendida, y ocultó su rostro embellecido por la felicidad y por el pudor, en el seno de la duquesa. Sois un tesoro, doña Clara dijo la duquesa, levantando entre sus manos la hermosa cabeza de doña Clara y besándola en la boca. Don Juan, dominado por su amor, por sus sentidos, apoyó un brazo en el sillón, y en su mano la cabeza.

Tranquilicé a mi Psiquis, y besándola, de su mente aparté las inquietudes y sus zozobras disipé profundas, y convencerla que siguiera pude. Llegamos hasta el fin; ¡ojalá nunca llegara! Respondiome: «Ulalume», esta es su tumba, ¡la tumba de tu pálida Ulalume!

¿Qué sabes de esos dolores, tonto? dijo poniéndole una mano en la boca. ¿Has parido alguna vez? Luego cuatro días solamente en la cama prosiguió el joven separando dulcemente aquella mano y besándola al mismo tiempo, y al quinto bajar al salón. Pues ya estás viendo que no me ha pasado nada. ¡Oh, si no llego a bajar ayer, de fijo Quiñones me manda al médico!

Se echó a sus pies, besándola las manos y ocultando su cabeza rubia en el regazo de la señora. Y sin darla tiempo a poder hablar, de temor, sin duda, a que renovara la letanía de las recriminaciones, contó sus percances de Bolsa...

Currita sintió un movimiento de ira, que se transformó al punto en dolor profundo, en dolor vivísimo que jamás había sentido, allá en el fondo de sus entrañas de madre... Sus ojos se llenaron de lágrimas, atrajo hacia a la niña, separóle del rostro ambas manos, y besándola en la frente, díjole con mucho cariño: Pero lo recogeremos al paso, tonta, y nos iremos a París todos juntos.

Aqui llegabamos con nuestra platica, quando Pancracio puso la mano en el seno, y sacó dél una carta con su cubierta, y besandola, me la puso en la mano: leí el sobrescrito y vi que decia desta manera. A Miguel de Cervantes Saavedra, en la calle de las Huertas, frontero de las casas donde solia vivir el Principe de Marruecos, en Madrid. Al porte: medio real, digo diez y siete maravedís.

¿Quieres que te saque al patio a jugar con tus hermanitos? le decía. No, mamá contestaba Lita, preguntando al rato: Mamá, ¿las hadas pueden lo que los médicos no pueden? La mamá miraba a Lita como si fuera a llorar, y le decía, besándola en los ojos y bañándole la carita con sus lágrimas: Dios puede todo lo que quiere, mi hijita del alma... ¿Por qué me preguntas eso? Por nada, mamá.

Luego se abalanzó sobre Celinda, besándola y mojando su rostro con frecuentes lagrimones. ¡Mi patroncita preciosa!... ¡Mi niña, que la he querido siempre como una hija!... Conocía á Celinda desde que ésta llegó al país y entró ella en la estancia como doméstica. Le resultaba doloroso separarse de la señorita, pero no podía transigir más tiempo con el carácter de su padre.

Entonces doña Luz, que tenía buen fondo, a pesar de su soberbia, sintió que había estado dura y áspera en demasía, y pidió perdón a doña Manolita, besándola y poco menos que llorando también. Las dos amigas vinieron a quedar de resultas mucho más amigas que antes.

Ven a verme al punto. Te quiere tu Luz». No hay que decir que doña Manolita estuvo a los pocos minutos en el cuarto de doña Luz, la cual se echó en sus brazos, llorando con mucha ternura y besándola y llamándola su único consuelo. Todo lo vas a saber le dijo . Me moriría si no me consolase diciéndotelo. eres buena y sigilosa. ¿Prometes callarte? Lo prometo contestó la hija del médico.

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