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Actualizado: 1 de junio de 2025
Hombre, ¿no ha leído usted las infamias que dicen de mí? Don Segis levantó el vaso a la altura de los ojos, examinó detenidamente el dorado líquido, lo acercó a los labios y bebió con pausa. Después de toser y desgarrar un poco, y limpiarse la boca con un pañuelo de hierbas, dijo gravemente: Phs... la intención no es buena que digamos... Pero vale más tomar las cosas con calma.
Bebió el Delfín muchas cañas, porque opinaba con gran sentido práctico que para asimilarse a Andalucía y sentirla bien en sí, es preciso introducir en el cuerpo toda la manzanilla que este pueda contener. Jacinta no hacía más que probarla y la encontraba áspera y acídula, sin conseguir apreciar el olorcillo a pero de Ronda que dicen que tiene aquella bebida.
Bebió un poco de vino, probó la fruta y se abalanzó por fin al café, como si éste fuese su único alimento. Después hizo seña al criado para que se llevase los platos casi intactos. Mira, hijo mío dijo con dulzura inesperada. Llévate todo eso; cómetelo y que de salud te sirva.
Pero ésas no me las dijo, me las ofreció a la vista. Mientras tomamos café se bebió una botellita entera de cognac. Y hablando, hablando, también advertí que el conde no era muy fuerte en geografía. Saliendo a cuento el viaje de Cúchares a Cuba, si yo no entendí mal, D. Jenaro suponía que Buenos Aires estaba muy próximo a esta isla.
Se había hecho sangre una vez, pero continuaba sin hacer caso. Luego pidió al mozo que le trajese una botella de ron y un vaso grande. Llenolo hasta los bordes de este licor, y lentamente, sin hacer el menor gesto ni pestañear siquiera, lo bebió todo. Luego colocolo sobre la mesa frente al conde, y dijo gravemente: Usté no haser esto. Pasó por los ojos del magnate calavera una chispa de furor.
Quería algo contra aquel frío que se le había metido en los huesos. Y él, tan sobrio, bebió uno tras otro dos vasos de aguardiente, que cayeron como olas de fuego en su estómago desfallecido. Su cara se coloreó, adquiriendo después una palidez cadavérica; sus ojos se vetearon de sangre. Se mostró con los carreteros que le compadecían expresivo y confiado; casi como un ser feliz.
Como no tenía prisa, aceptó el convite y se acercó a ellos saludándoles con un: A la paz de Dios, caballeros. Buenas tardes, amigo le contestaron. Y se sentó en el hueco que galantemente le dejaron y se bebió de un trago la caña que Enrique le puso delante.
En aquel momento, el peligro de la señora de Moscoso despertaba su instinto de lucha contra los males positivos de la tierra: el dolor, la enfermedad, la muerte. Comió distraídamente, y sólo bebió dos copas de ron. Julián apenas pasó bocado; preguntaba de tiempo en tiempo: ¿Qué ocurrirá por allí, don Máximo?
Trabajó horas extraordinarias, bebió menos, fué reuniendo economías, pues deseaba hacerse perdonar con su generosidad el retraso en el pago de la deuda. Al mismo tiempo buscaba un hombre que se encargase de ir á depositar la cantidad sobre la tumba del desierto.
Metí en la nave lo que llevaba, vino, pan y otras cosas semejantes, y algunos papagayos que traia de las Indias. Aquella noche bebió el patron mas que debiera, y por mi bien se olvidó de mí, y me dejó en la posada: dos horas antes de amanecer, mandó al piloto que se hiciese á la vela.
Palabra del Dia
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