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Actualizado: 10 de julio de 2025


El momento habia llegado; el Senado veneciano, que jamas se dejaba imponer, y que en mas de una ocasion tuvo arranques que no correspondian á un poder republicano, dispuso, é hizo bien á mi juicio, en atencion á las fatales consecuencias que producia, que todas las góndolas, sin exceptuar una, fueran iguales, y estuvieran cubiertas con una bayeta negra.

Estaba enteramente ocupada por la gente de la aldea, todos labradores; las mujeres delante, vestidas la mayor parte de tela de estameña negra, pañuelos de color a la garganta y la cabeza cubierta con mantilla de franela; los hombres detrás, con chaqueta de bayeta verde o amarilla, calzón corto de pana, medias blancas de lana sujetas por ligas de color.

Después de un largo rato así invertido, alzóse de su asiento, corrió la tapadera del mismo y sacó media basallona y un arenque, provisiones hechas por su madre para toda la semana y que él dividió en dos partes iguales. Comióse la primera, y guardó la segunda en el pecho de su camisa de bayeta verde.

A las nueve de la mañana llegaron indios, los cuales ascendieron 60 personas entre hombres y mugeres, y entre ellos una china ladina, sobrina del cacique Calpisquis, la que dijo que toda aquella gente era del expresado cacique, que venian á vender caballos y reses por bayeta, ollas, bugerias, bizcocho, sombreros, harina, aguardiente y porotos: los agasajé, dándoles de comer y aguardiente, y se empezó la feria.

Preguntó por los amigos, y respondió, con un chillido crespo, que habían ido a buscar. Estuvimos solos hasta que dieron las doce, pasando el tiempo él en animarme a la profesión de la vida barata, y yo en atender a todo. A las doce y media entró por la puerta una estantigua vestida de bayeta hasta los pies, punto menos de Arias Gonzalo, que al mismo Portugal empalagara de bayetas.

Desde que se ponía el pie en el portal se observaba el espíritu religioso, la economía y la limpieza que reinaban en aquella casa. Los muebles de la antesala eran feos y antiguos, pero brillaban por el frote de la bayeta y el cepillo. En uno de los ángulos había un pedestal con una Purísima de yeso, pintada. Los pasillos amplísimos y enjalbegados como los de un convento.

Jugaba con la cabeza hundida entre los hombros, las fuertes manos sobre la bayeta verde, sin mirar á nadie, sin permitir que nadie le hablase, pues esto desorientaba sus combinaciones. En los días nefastos, al discutir con los empleados ó sus vecinos de mesa sobre una jugada dudosa, las cóleras de Lewis alteraban la calma discreta de los salones.

Cada mañana, juntamente con el alba, amanecía sentado al pie de un granado, de muchos que en la huerta había, un mancebo, al parecer estudiante, vestido de bayeta, no tan negra ni tan peluda, que no pareciese parda y tundida.

Además, lo que absorbía su atención, por el momento, era andar lista para que Muían no la cogiese un pie entre los suyos debajo de la mesa, excesillo disculpado por el amor del novio y favorecido por la clásica camilla, con su largo refajo de bayeta verde que caía hasta tocar en el suelo. Don José estuvo haciendo con la cabeza signos de asentimiento mientras habló Pepe.

El la puso con sólo un simple... ¡y ése fuí yo! Un faldellín he de hacerme de bayeta de temblor, con un letrero que diga: ¡misericordia, Señor! Como esto no pudo pintarse a humo de pajas, sino para conmemorar algún suceso, dime a averiguarlo, y he aquí la tradición que sobre el particular me ha referido un religioso. Don Juan de Andueza era todo lo que hay que ser de tarambana y mozo tigre.

Palabra del Dia

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