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No por qué se aplaude; pero, en fin, aplaudo. ¿Cómo negarme a ello, cuando a mi derecha y a mi izquierda veo las manos batir entusiasmadas? Sobre todo a mi izquierda. ¿Quién será éste que aplaude con tal saña? Me vuelvo, le miro a la cara. ¡Y es Sarrió! Sarrió que mira también y me reconoce. Y entonces se levanta; yo también me levanto.

Körner se había puesto en pie, y sus manos, aplaudiendo, sonaban como batanes; Marta aplaudía también, con gran asombro de las damas indígenas, que creían privilegio de su sexo la impasibilidad ante el arte, y hubieran reputado, por unanimidad, indigno de una señora recatada batir palmas ante una cómica; ni más ni menos que creían una abdicación del sexo levantarse en visita para saludar o despedir a un caballero.

MANTECADOS FRANCESES. Para medio kilo de azúcar, una docena de huevos, medio kilo de manteca de vaca y medio de harina. Primero se bate muy bien la manteca, después se echa el azúcar cernido y se vuelve a trabajar, y, por último, los huevos; cuando estas tres cosas están bien batidas y mezcladas, se agrega la harina y se vuelve a batir, hasta que esté la masa muy fina.

SALSA MAYONESA. Se bate yema de huevo, y cuando está espesa se toma una jícara de aceite por cada yema de huevo, y sin cesar de batir la yema siempre a la misma dirección se va incorporando el aceite gota a gota; se sazona de sal y se le agrega zumo de limón. Si se quiere, se pone nata.

Jugando el tennis, Bertrán, en un match con el campeón invencible Roberto Milk, se dejaba batir vergonzosamente por la Inglaterra, ante los ojos atentos de su amigo d'Ornay, experto jugador, quien, furioso, le dirigía vivas recriminaciones. María Teresa, Diana, Mabel d'Ornay, Alicia y Juana de Blandieres, conversaban en la terraza, reclinadas en rocking-chairs.

Por batir unas cataratas al marqués de Castro había llevado diez y ocho mil reales, y por la cura de una conjuntivitis del niño de Cucúrbitas, había puesto una cuenta tal, que los Cucúrbitas, para pagarla, se empeñaron por seis años. «Pero, en fin, Dios nos asista, y salgamos con bien de esta.

Miré a mi alrededor; muchos pasajeros habían empalidecido y observaban silenciosos, pero con la mirada un tanto extraviada, los extremecimientos del barco, bajo el jadeante batir de la rueda... De pronto, un hondo suspiro de satisfacción salió de todos los pechos: habíamos vencido, en media hora de esfuerzos, al temido chorro y avanzábamos francamente.

Atrajeron mi atención aquellos seres juguetones y enredadores: todos se reían con infantiles carcajadas, y entremezclándose volaban, rasgando nubes, esparciendo flores con el batir de sus alas de pollo, y dándose de coscorrones al chocar unas con otras las rubias cabecitas.

Y la mano hacía señas impacientes y furiosas, semejante a diestra de epiléptico que se agita en el aire: sus cinco dedos eran aspas incesantes en girar, y Lucía, desalentada, jadeante, iba a escape, y a cada plátano sucedía otro, y la casa lejos... lejos... «¡Necia de miexclamaba al fin; «ya que corriendo no llego nunca... volaréDicho y hecho: como se vuela tan aína en sueños, Lucía se empinaba y.... ¡pim! al aire de un brinco. ¡Oh placer! ¡oh gloria! el erial quedaba debajo; surcaba la región ambiente, pura, serena, azul, y ya la casa no estaba lejos, y ya se acababan los eternos plátanos, y ya distinguía el cuerpo dueño de la mano... era un cuerpo esbelto sin delgadez, dignamente rematado por una cabeza varonil y melancólica... pero que entonces se sonreía cariñosamente, con expansión infinita.... ¡Cómo volaba Lucía! ¡cómo respiraba a placer en la atmósfera serena! ánimo, poco falta.... Lucía escuchaba el batir de sus propias alas, porque tenía alas; y el regalado frescor de las plumas le refrigeraba el corazón.... Ya estaba cerca de la ventana....

Habláis como un libro, que yo le he visto batir el cobre y apenas hay quien le iguale.