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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Al fin se fue, no muy de su grado. Llenaba la capilla olor de flores y barniz fresco; por las ventanas entraba una luz caliente, que cernían visillos de tafetán carmesí; y las carnes de los santos del altar adquirían apariencia de vida, y la palidez de Nucha se sonroseaba artificialmente. ¿Julián? preguntó con imperioso acento, extraño en ella.

Su aspecto externo era el de un hombre que ha tenido contacto con gente respetable, pero era sólo un barniz superficial, pues cuando perdía la calma y se agitaba, demostraba que era tan rudo como el tosco hombre de mar que tan repentinamente había expirado.

Bajo su dirección, el seminario de Lancia fue perdiendo el ligero barniz científico que por las últimas reformas se le había dado. Seguíanse los cursos de física, de historia natural, de matemáticas, de filosofía, pero con tan poco aprovechamiento que ningún profesor se atrevía a dejar suspenso a un alumno, por mucho que disparatase en el simulacro de examen que se hacía.

Así podía darse ese barniz de rico, que engañaba a los más y hacía sonreir desdeñosamente a los paganos y sabedores del secreto, pero que bastaba para la satisfacción de sus gustos y de sus propósitos, desde que la suerte le había colocado en posición inferior a la que él tenía derecho a ocupar, y la sociedad, no su presunción, le exigía cubrir las apariencias.

La pobreza y la instruccion ¿no engendrarian por todas partes desbordamientos sociales? estudien los políticos miopes sobre este contraste. No sucede así en Francia; allí el pueblo es bastantemente grosero, literariamente hablando; tiene un barniz de cortesanía que está en la sangre, pero lee y escribe en corto número y con dificultad.

El pòrche era el inmenso desván del caserón. Todos aceptaban con entusiasmo. ¡Se acabó la iglesia! Y como una bandada de pájaros, volaban escalera arriba, sobre unos peldaños de azulejos multicolores con redondeles de barniz saltado que mostraban la roja pasta del ladrillo.

Era una manada de salvajes, compuesta de dos tagarotes como de diez y doce años, una niña más chica, y otros dos chavales, cuya edad y sexo no se podía saber. Tenían todos ellos la cara y las manos llenas de chafarrinones negros, hechos con algo que debía de ser betún o barniz japonés del más fuerte.

En el testero opuesto, sobre el sillón de la mesa-escritorio, parecía presidir el aspecto ordenado de la pieza una enorme cabeza de toro negro, con ojos de vidrio, narices brillantes de barniz, una mancha de pelos blancos en la frente y unos cuernos enormes, de fino remate, con una claridad marfileña en su base, que gradualmente iba obscureciéndose, hasta tomar la densidad de la tinta en las puntas agudísimas.

Dele usted un toque de esperanza, derecho al corazón, un ligero barniz de nombramiento, y un color pronunciado de empleo, y le ve usted irse doblando en la mano como una hoja sensitiva, encorvar la espalda, hacer atrás un pie, inclinar la frente, reír a todo lo que diga: y ya tiene usted hecho un ministerial.

Y, viéndole Sancho sin aquella fealdad primera, le dijo: ¿Y las narices? A lo que él respondió: -Aquí las tengo, en la faldriquera. Y, echando mano a la derecha, sacó unas narices de pasta y barniz, de máscara, de la manifatura que quedan delineadas. Y, mirándole más y más Sancho, con voz admirativa y grande, dijo: ¡Santa María, y valme! ¿

Palabra del Dia

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