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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Después comenzó a hacerme observaciones severas sobre los males que acarrea la falta de previsión y de ahorro, dándome una verdadera lección de economía doméstica. Para él, todas las desgracias humanas dependían de la falta de previsión y de método en la vida. «Distribuya usted bien el tiempo, distribuya usted bien el dinero, y todos seremos felices, y el mundo será una balsa de aceite

Volviéron al cabo al sitio donde etaban primero, habiendo visto la balsa, casi imperceptible para ellos, que llaman el Mediterráneo, y el otro estanque chico que con nombre de grande Océano rodea nuestra madriguera; al enano le daba el agua á media pierna, y apénas si se habia mojado el otro los talones.

Cual indio de la balsa se arrojaba Por ir nadando á tierra codicioso; Cual vuelve la balsa se anegaba En busca del Señor que está lloroso. Las indias dicen todas que llamemos A nuestro Dios, pues todos perecemos. Los caballos ya sueltos van nadando. Y no tienen peligro, sino afierra El cabo en parte alguna, que colgando Le llevan por el agua hasta tierra.

La aparición de Martholl la distrajo de estas reflexiones. Estaba de muy mal humor porque al ayudar a Alicia de Blandieres a subir a la balsa, desde donde quería tirarse, se había roto una uña. Su preocupación por este incidente le impedía desplegar su amabilidad habitual y su excitación no se había calmado aún, cuando la señora Aubry hizo señas a su hija para que saliera del agua.

Fuera de la población, se abre un anfiteatro de rocas poblado de pinos, cuyas cimas superiores están inclinadas por el viento que baja de la torre Magua: en el fondo de este anfiteatro, entre murallas blancas con balaustres de mármol es donde aparece la balsa de la fuente. Alrededor se ven algunos restos de construcción antigua.

El hombre de mar metido entre las cuatro tablas de un vaporcito ribereño, es como el milano de las regiones australes, que se le encerrara en un jaulón de gallinas. ¡Capitán! ¿cómo se llama ese aparato de pesca? le dije señalándole una balsa que se veía en la orilla. No me contestó con marcada aspereza.

Después, la balsa adonde acudíamos en partidas de quince o treinta, todos al mismo vuelo, alzándonos en un momento de la llanura, para beber el agua del manantial y salpicarnos de gotitas que rodaban sobre el lustroso plumaje... En medio de esa charca había una aliseda, algo así como un ramillete muy espeso, y en aquel islote nos guarecimos.

Las que ya habían llenado sus cántaros sentábanse en los bordes de la balsa, con las piernas colgando sobre el agua, encogiéndolas luego con escandalizados chillidos cada vez que algún muchacho bajaba á beber y miraba á lo alto. Era una reunión de gorriones revoltosos.

El mar estaba como una balsa de aceite, lo que llamaba la atención de los venezolanos, poco habituados a esa mansedumbre, tan insólita en aquella rada de detestable reputación.

La fuente, el punto donde el chorro de agua, oculto hasta allí, se manifiesta repentinamente, es el paraje encantador hacia el cual nos sentimos invenciblemente atraídos; que ésta parezca adormecida en un prado como simple balsa entre los juncos, que salga á borbotones de la arena arrastrando laminitas de cuarzo ó de mica, que suben y bajan arremolinándose en un torbellino sin fin, que brote modestamente entre dos piedras, á la sombra discreta de los grandes árboles, ó bien que salga con estrépito de una abertura de la roca ¿cómo no sentirse fascinado por el agua que acaba de salir de la obscuridad y tan alegremente refleja la luz?

Palabra del Dia

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