Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 8 de mayo de 2025
Su mujer no se atrevió a decirle nada, reservándose para el día siguiente. Tenía bien preparado todo el discurso, que confiaba en pronunciarlo entero sin el menor tropiezo y sin turbarse. El 26 por la mañana entró D. Baldomero en el cuarto de su hijo cuando este se acababa de levantar, y ambos estuvieron allí encerrados como una media hora.
En la estancia le van a contestar, Baldomero, porque todavía no los han leído... repuso Melchor riéndose, y agregó: Pero los compraron. Baldomero sonriéndose, separó el azulejo y con la mano de nuevo sobre el muslo derecho continuó galopando con insuperable gallardía.
En el jardín frente a la puerta de la sala se sentaron Lorenzo y Melchor, a quienes momentos después se agregó Baldomero, diciendo: Con permiso, don Melchor, si no incomodo. ¡No, Baldomero! ¡Al contrario! Aquí estamos tomando fresco y oyendo el piano.
No, Baldomero, déjelos que se vayan respondió Melchor continuando en la tarea de vestirse, con la más extraordinaria tranquilidad de espíritu, ya no tienen nada que hacer aquí... vinieron a curarse... ya están curados... ahora se van... nada más lógico... vinieron enfermos y se van «sanitos»... vinieron descreídos... y usted les ha oído hablar de Dios contemplando las noches estrelladas, ¿se acuerda?... vinieron enfermos de cuerpo y alma... y se vuelven sanos... fuertes... con fe... ¡con todo!... sólo dejan aquí... lo que ya no sirve... lo que ya no necesitan... ¡al amigo de «antes»!... ¡déjelos que se vayan!... ¡así son todos! ¡todos!... ¡todos!... ¡igualitos!...
Envanecido por los elogios al azulejo, Baldomero le hizo una «aflojadita», en momentos que llegaban a la casa, y fue a detenerse bajo los ombúes de la caballeriza, gritando: ¡Qué hacen que no llaman estos perros?... ¡fuera! ¡Nemo!... ¡fuera! ¡Bachicha!...
¡Quién sabe, señor!... Mire que en el pueblo es el mismo aire y puede que alguien no tenga ganas... ¡de comer! No habría de ser por culpa mía. No digo tanto, don Lorenzo... es un decir, no más... ¿no le parece, don Ricardo?... ¿De qué hablaban?... ¡Cuerpeador, el señor!... No, Baldomero; es que estoy ocupado con esta costilla y no atendía... por sacarle... ¿Quieres más asado?...
Otra cosa. ¿Por qué no se le ocurrió darle un escándalo, ir a la casa con el crío en brazos y presentarse a doña Bárbara y a D. Baldomero y contarles allí bien clarito la gracia que había hecho su hijo?... Pero no, esto no hubiera sido muy conforme con la dignidad. Más valía despreciarle, dejándole entregado a su conciencia, sí, a su conciencia, que buen jaleo le había de armar tarde o temprano.
¿Dónde?... viejo... preguntó asombrada Ramona, sin obtener contestación. Arrímese, Anastasio insistió Baldomero, mire que vale más llegar a tiempo que andar rondando un año. Así... dicen... contestó Anastasio, sin moverse de su sitio y castigando al suelo con la punta de su lonja.
¿Por qué no les habla, don Melchor?... Son mozos buenos... vea... y... ¡mire que lo quieren a usted!... ¡A mí!... a mí no me quiere nadie, ¿entiende?... ¿Por qué dice eso?... ¡Porque es así!... Yo he tenido muchos amigos cuando tenía qué dar, ¿sabe, Baldomero? ¡pero se acabaron esos tiempos!... ¡Cómo se van a acabar, señor! ¡Si a usted lo quieren hasta los chimangos!...
Sea lo que quiera, al venturoso hijo de D. Baldomero Santa Cruz y de doña Bárbara Arnaiz le llamaban Juanito, y Juanito le dicen y le dirán quizá hasta que las canas de él y la muerte de los que le conocieron niño vayan alterando poco a poco la campechana costumbre.
Palabra del Dia
Otros Mirando