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Actualizado: 8 de mayo de 2025
La correspondencia se copiaba a pulso por un empleado que estuvo cuarenta años sentado en la misma silla delante del mismo atril, y que por efecto de la costumbre casi copiaba la carta matriz de su principal sin mirarla. Hasta que D. Baldomero realizó el traspaso, no se supo en aquella casa lo que era un metro, ni se quitaron a la vara de Burgos sus fueros seculares.
Momentos después se presentó Baldomero, de cuyo poncho se escurría el agua por las puntas y dirigiéndose a Melchor le dijo: Son dos gringos... mercachifles... que piden pasar la noche; ¡pero cómo llueve!... Pobres infelices dijo Lorenzo al mismo tiempo que Ricardo incorporándose al grupo preguntaba: ¿Qué es lo que hay? Vea, Baldomero, dígales que esto no es posada.
Baldomero le dijo Lorenzo, intensamente agitado, nosotros necesitamos salir en seguida para el pueblo. ¿Y... eso?... Sí, Baldomero, háganos el favor de darnos caballos, o el break; pero sin demora; no debemos ni podemos permanecer aquí más tiempo. Pero... ¿qué, ha pasado algo? Lo que tenía que suceder, desgraciadamente.
Pero en ese momento, Lorenzo, que ocupaba un asiento frente al hombre con quien Baldomero había estado, vio que aquél, hablando con el compañero, se besaba sin ruido el pulgar y el índice de la derecha en cruz. Don Saverio en persona y en homenaje a Melchor, servía la mesa, sobre la que puso, para empezar, una verdadera montaña de tallarines al jugo.
Albert murió el 55, dejando una gran fortuna, que heredó su hija casada con el sucesor de Muñoz, el de la inmemorial ferretería de la calle de Tintoreros. En el reinado de D. Baldomero II, las prácticas y procedimientos comerciales se apartaron muy poco de la rutina heredada.
¡Pues lo es! y no me ciega un entusiasmo perturbador; pero sé perfectamente que aun cuando me aceptara de plano, como tú dices, se mantendría en su actitud de hoy, mientras viva su padre; podré ir veinte, cien veces, y siempre me diría lo mismo. ¡Quién sabe! Ricardo, insiste y allá veremos. Este no es asunto que se gane con la insistencia, ¿no es verdad, Baldomero?... usted que la conoce bien.
Tomaba un poco de sopa, y en lo demás no hacía más que picar. D. Baldomero solía enfadarse y le decía: «Hija de mi alma, cuando quieras hacer penitencia no vengas a mi casa. Observo que no pruebas aquello que más te gusta. No me vengas a mí con cuentos. Yo tengo buena memoria.
Yo también me siento con apetito dijo Ricardo dirigiéndose a Baldomero y aludiendo a las palabras de éste en el break. Es la mejor salsa, señor repuso y agregó mirando a Lorenzo: ¿y usted, señor, se siente con disposición? No mucha.
Así es, sí, señor; pero lo que usted cuenta, ¿sabe? ya es un adelanto y puede que volviendo muchas veces... porque vea, don Ricardo, que «cuantos más chicharrones más grasa sale...» contestó Baldomero provocando carcajadas hasta del mismo Ricardo.
¡Sabe que ha hablado lindo, don Melchor! exclamó Baldomero.
Palabra del Dia
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