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Actualizado: 8 de junio de 2025
Al regresar hacia las casas y agotados casi los temas, que el paseo sugería, Lorenzo dijo: Todo esto es muy interesante; pero lo mejor que he encontrado hasta ahora para mí, es Baldomero, ¡qué gran tipo! ¿Más interesante que la «Pampita»? le preguntó Melchor sonriéndose. No para Ricardo, sin duda; pero sí para mí y agregó: Ricardo está enamorado de la Pampita; pero yo lo estoy de Baldomero.
¡Buenos días, don Melchor! ¡Cuánto gusto! exclamó palmoteando la dueña de casa. ¡Cómo está, doña Ramona! ¡Para servirlo!... «entre adentro» que está fuerte el sol... pasen, señores. ¿Y Anastasio? Anda por el campo, señor... y ¡miren que han venido temprano!... pero, ¿a qué hora salieron, don Baldomero? No me fijé, amiga... serían las cinco.
En realidad no era aquello virtud, sino cansancio del pecado; no era el sentimiento puro y regular del orden, sino el hastío de la revolución. Verificábase en él lo que D. Baldomero había dicho del país; que padecía fiebres alternativas de libertad y de paz. A los dos meses de una de las más graves distracciones de su vida, su mujer empezaba a gustarle lo mismito que si fuera la mujer de otro.
...porque ahora tomo y antes no tomaba... ¡bah!... No es eso... don... ¡Bueno, Baldomero! ¡ya basta!... ¿me entiende?... No me venga usted con pavadas que no voy a atender exclamó Melchor vehementemente. No le hablaré entonces, don Melchor. ¡Sí, es lo más discreto! ¡y basta!
Y yo también dijo Ricardo, podríamos ir a salirle al encuentro; ¿qué les parece? Vamos, la tarde está fresca. ¡No ve! Don Melchor: ahí endereza a la tranquera, ¿quién será?... Ahora lo sabremos, vamos. El grupo se dirigió al encuentro del coche que visiblemente se dirigía a la «Celia». Viene del pueblo, don Melchor... de la cochería de Gaspar, ¿sabe?... y viene con una persona... dijo Baldomero.
D. Baldomero disfrutaba una renta de veinticinco mil pesos, parte de alquileres de sus casas, parte de acciones del Banco de España y lo demás de la participación que conservaba en su antiguo almacén.
Pero quiso su mala suerte que aquel mismo día o el próximo cortase el vuelo de su mente D. Baldomero, el cual la llamó a su despacho para echarle el siguiente sermón: «Querida, me ha dicho Bárbara que estás muy confusa por no saber qué hacer con ese muchacho. No te apures; todo se arreglará. Porque tú te ofuscaras, no vamos a echarle a la calle.
Conque, ¿vamos, Baldomero? ...Cuando... quiera... don Melchor dijo Baldomero, que se había quedado contemplando a Ramona. Acompañados por Ricardo y Lorenzo se dirigieron a la caballeriza donde Hipólito palmeaba en la tabla del pescuezo al Platero, mientras lo tenía sujeto por una oreja. Aguarde que yo monte, don Melchor; ¡tenéselo, ché, Hipólito! ¿Por qué, Baldomero?
Baldomero, de pie en la puerta de su dormitorio, dijo, prendiéndose el tirador que sujetaba sus bombachas y mirando a la tormenta: ¡Ah!... ¡canalla!... no quisiste descargar... ¡Si la seca se afirma... yo no sé qué va a ser!...
La unidad de la República se realiza a fuerza de negarla; y desde que todos dicen federación, claro está que hay unidad. Rosas se llama encargado de las Relaciones Exteriores de la República, y sólo cuando la fusión está consumada y ha pasado a tradición, a los diez años después, don Baldomero García en Chile cambia aquel título por el de Director Supremo de los asuntos de la República.
Palabra del Dia
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