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La escena me llama, señores dijo la joven ; venid, venid conmigo, Juan, y me veréis trabajar desde adentro. Montiño siguió á Dorotea; don Bernardino siguió á Montiño. Siguieron un trozo de corredor, bajaron unas pendientes escaleras y se encontraron en la parte interior del escenario.

Otra vez pensó el viejo en su propia suerte. ¿Adonde le llevaba este teniente á través de tantas visiones de horror?... Llegaron á las afueras del pueblo, donde los dragones habían establecido su barricada. Las carretas estaban aún allí, pero á un lado del camino. Bajaron del automóvil. Vió un grupo de oficiales vestidos de gris, con el casco enfundado, iguales en todo á los otros.

La noche se echaba encima y bajaron despacio por la calle de Alcalá. Al pasar por delante de un restaurant, Mario tuvo una inspiración. ¡Si entrásemos aquí a comer! Carlota se opuso. No estaban ellos para gastar el dinero tontamente. Y siguieron caminando hacia casa. Pero Mario se había quedado silencioso y melancólico. Unos pasos antes de llegar Carlota se volvió hacia él con semblante risueño.

Un día quiso Florentina que Marianela le enseñara su casa, y bajaron a la morada de Centeno, cuyo interior causó no poco disgusto y repugnancia a la señorita, mayormente cuando vio las cestas que a la huérfana servían de cama.

El Curro y el Doctrino bajaron después de haberse despedido desde la puerta y á gritos del poeta clásico. La Fontana de Oro sirvió al Rey y á la reacción más que los frailes y los facciosos, porque en ella había un cáncer que en vano trataban de cortar algunos hombres prudentes, expulsando á quien no era culpable.

Por la puerta es imposible dijo el hombre , pero yo he entrado subiendo por unos agujeros que hay en el muro entre la Puerta de Paganos y la de Mercadal. ¿Pero y los centinelas? No suelen haber muchas veces. Bajaron Martín y Bautista por una senda desde Lanciego a la carretera y llegaron al sitio en donde acampaba el ejército liberal.

Precipitadamente le bajaron dos marineros a la cámara. Mi amo continuaba inmóvil en su puesto; pero de su brazo izquierdo manaba mucha sangre. Corrí hacia él para auxiliarle, y antes que yo llegase, un oficial se le acercó, intentando convencerle de que debía bajar a la cámara. No había éste pronunciado dos palabras, cuando una bala le llevó la mitad de la cabeza, y su sangre salpicó mi rostro.

Las veredas, que al principio subían, luego empezaron a bajar, enlazándose; y al fin bajaron tanto, que nuestro viajero hallose en un talud, por el cual sólo habría podido descender echándose a rodar. ¡Bonita situación! exclamó sonriendo y buscando en su buen humor lenitivo a la enojosa contrariedad . ¿En dónde estás, querido Golfín? Esto parece un abismo. ¿Ves algo allá abajo?

Y bajaron al puerto de Ibiza, el día de la llegada del vapor, los parientes lejanos del Ferrer, que eran medio pueblo, y todo el resto del vecindario por puro patriotismo. Hasta el alcalde hizo el viaje, seguido de su secretario, para conservar las simpatías de sus administrados.

Bajaron por la pendiente opuesta a la que habían subido. Cornelio, más ágil y diestro que el Capitán, iba delante, buscando los pasos más fáciles a través de las peñas y saltando de una en otra sin vacilar. Cuando hubieron llegado al llano se detuvieron, mirando atentamente en torno suyo; pero no vieron nada sospechoso.