Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 1 de mayo de 2025
En seguida, dejando a su derecha el caserío de Urquilezo, bajaron a la carrera hasta la hondonada, y sin detenerse un momento emprendieron de frente la subida hacia las líneas de defensa, mientras la banda de cornetas tocaba paso de ataque.
Los peñascos hacen saber con orgullo que, mientras en el último cólera murieron en Sarrió trescientas doce personas, en Peñascosa sólo murieron sesenta y una, y de éstas por lo menos treinta bajaron a la tumba por descuidos lamentables que las familias respectivas debieron evitar, aunque no fuese más que por el crédito de la villa.
¡Treinta y nueve! ¡gané!... ¡Vengan los monacos!... ¿Quién quiere jugar conmigo todavía? ¿Tú, Jorge? ¡Vamos de una vez! Entonces me fui. Cuando, con la mesura del caso, hube informado a las damas de la casa, ellas se contentaron con mirarse una a la otra, en silencio; luego bajaron por la escalera de servicio al patio, donde nos esperaba ya el carruaje.
Pero era tan majestuosa, por lo deleitable y absoluta, la soledad en que allí vivían, que de manera alguna quisieron abandonarla por completo, y á fin de evitar el peligro de helarse que podrían correr en las escarpadas rocas donde moraban, bajaron á inspeccionar las faldas de aquella misma sierra en busca de un paraje lo más próximo posible al Salvador, donde al abrigo de los elementos pudiesen continuar su vida de penitencia.
Torrebianca fué aproximando las manos y dijo lentamente: ¡Fuego!... Una... Los dos bajaron á un tiempo sus pistolas. Pirovani, que sólo tenía en aquel momento la preocupación de no hacer fuego después de la tercera palmada, se apresuró á tirar. Su enemigo guiñó ligeramente un ojo y contrajo levemente la mejilla del mismo lado, como si hubiese sentido el roce del proyectil.
Simoun mandó parar el coche y ambos bajaron. En aquel momento pasaron á su lado Isagani y Paulita Gomez murmurándose dulces palabras; detrás venía doña Victorina con Juanito Pelaez que hablaba en voz alta, gesticulaba mucho y se quedaba más jorobado. Pelaez distraido no vió á su excondiscípulo.
Bajaron cautelosamente la escalera, cuidando de no zapatear, previsión que el endiablado estrépito de la cencerrada hacía de todo punto ociosa. Tenía la puerta su tranca y los cerrojos corridos, medida de precaución adoptada por la cocinera del abogado así que oyó estruendo de motín.
Después pusieron a Catalina, Luisa y los demás sitiados en los schlittes y los bajaron a la aldea. Pintar el entusiasmo y el enternecimiento de sus amigos cuando los vieron llegar, más delgados que Lázaro al salir de la tumba, es algo imposible.
¡Criados! ¡no los tengo! ¡si los he despedido para que no se enterasen! ¡Abrid á la justicia del rey! repitió el alcalde golpeando con furia la puerta. Id, id á abrir, señora dijo el duque. ¡Yo! ¡sola! Sí; sí, decís bien: iremos los dos. Y doña Ana y el duque bajaron á abrir á la justicia.
De la cazuela bajaron con fuerte traqueteo casi todos los marineros que allí había. Y de los palcos y butacas salieron también numerosas personas. A los pocos minutos no quedaban apenas en el teatro más que las mujeres. Cecilia se había quedado inmóvil, pálida, con los ojos clavados en la escena. Su madre y hermana la miraban en tanto con semblante risueño.
Palabra del Dia
Otros Mirando