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Bajaron la escalinata que conduce a la fuente, y en la puerta del templo, Pepe, que iba fumando, dijo: Aquí te espero, no tardes; déjame los sacos. ¡Ah! ¿no entras? Tirso penetró solo en la iglesia y Pepe se quedó mirando cómo los aguadores llenaban las cubas en la fuente.

Bajaron por la izquierda de la Ribera de Curtidores; al llegar frente al sitio en que tiempo atrás vio salir a Pepe de casa de Engracia sintió el rostro abrasado por una llamarada de vergüenza; pero ni acortó el paso, ni pensó retroceder.

Y volviendo a poner la tapa al pastelón, se bajaron a las calles.

15 Y los levitas bajaron el arca del SE

Con su auxilio bajaron primero á la noble dama y no tardaron en verse todos al pie de la torre, rodeados de los valientes arqueros de la Guardia Blanca. ¿Dónde está el capitán Claudio Latour? fué lo primero que preguntó el barón de Morel, apenas sus pies tocaron el suelo.

Antes de que nos diéramos cuenta estábamos a salvo; Machín y su criado bajaron las velas y nosotros remolcamos la goleta. Salimos al muelle. En aquel momento los chicos de la escuela volvían de rezar de la ermita por nosotros y nos contemplaban con admiración. Machín sabía que entre los pescadores era odiado, y no quiso presentarse como nuestro salvador. El y su criado se retiraron.

Casi de los primeros que a ellas bajaron fueron D. José María Malespina y su hijo. Mi primer impulso fue ir tras ellos siguiendo las órdenes de mi amo; pero la imagen del marinero herido y abandonado me contuvo. Malespina no necesitaba de , mientras que Marcial, casi considerado como muerto, estrechaba con su helada mano la mía, diciéndome: «Gabriel, no me abandones».

Los chinos, que tenían más miedo al Capitán que a los salvajes, bajaron a tierra, aunque murmurando. Van-Stael, para animarles un poco, hizo destapar un barrilito de sam-sciú, especie de aguardiente de arroz fermentado que se fabrica en China, y lo distribuyó abundantemente entre todos. Si sabía hacerse temer de aquella gente, sabía también hacerse querer.

La novia se retiró para cambiar de traje. Poco después apareció de nuevo, con el mismo semblante impasible. Según los planes de D. Juan, debían irse inmediatamente para tomar en un pueblo próximo la silla de posta. Los indecentes de Lancia quedarían de este modo chasqueados. Cuando bajaron al jardín, donde esperaba el coche, caía una lluvia menuda y fría.

4 Y como no podían llegar a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. 5 Y viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. 6 Y estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales pensando en sus corazones,