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Actualizado: 26 de junio de 2025


Madama Scott se sentó al lado de su hermana. Los poneys pateaban, bailaban, amenazaban encabritarse. Cuidado, señorita dijo Edwards; los poneys están muy briosos hoy. Ya los conozco respondió Bettina; no temáis. Miss Percival tenía la mano firme y suave a la vez, y muy segura.

Otras veces la entretenía con juegos de prestidigitación, en que era un poco inteligente. O bien jugaban ambos a los naipes con extraordinaria atención o empeño, como si disputasen algo de provecho. O bien bailaban al son de algún piano mecánico que se paraba en las cercanías de la casa. Poníanse a comer confites y hacían apuestas a quien engullía más.

Otra copa. ¡Olé, mi niña, valiente! ¡Siga la juerga! Bailaban en medio del corro algunas muchachas, con torpeza de campesinas, haciendo frente a los viñadores no menos rústicos. Eso no vale gritó el señorito. ¡Fuera, fuera! A ver, maestro Águila continuó dirigiéndose al tocador. Un baile de señorío por todo lo alto. Una polka, un wals, cualquier cosa.

Por el contrario, Celesto parecía cada vez más alegre, y seguía con marcado interés todas las conversaciones, por necias y disparatadas que fuesen. A la tarde dieron con su cuerpo cerca de un grupo de muchachas que bailaban la giraldilla un poco apartadas del grueso de la gente. Detuviéronse a contemplarlas.

Al acercarse á la puerta vió á muchos que cantaban y bailaban con la exaltación de la embriaguez; y aunque no vió á Pascuala, aunque aquella gente le inspiraba mucho recelo, subió el escalón de la entrada y presentándose preguntó por su antigua criada.

En fin, a pesar de estos inconvenientes, los galanes bailaban aquella noche en la Alegría con tanto garbo, y tal vez con más suerte, que sus patrones del Club del Progreso.

Uno rodaba en el barro, dos o tres mujeres ebrias bailaban al son de un órgano en el que un italiano con cara de mártir, tocaba un cancán desenfrenado.

Acostumbrados al trato con los peones europeos, cantaban y bailaban la cueca sin que se turbase la paz. Únicamente su patriotismo agresivo iba creciendo según aumentaba la cantidad de bebida consumida. ¡Viva Chile! gritaban á coro entre una cueca y otra.

En algunos patios se tocaba la guitarra y se cantaban alegres malagueñas o peteneras, de notas prolongadas, melancólicas, coreadas por los «¡olés!» y el palmoteo del concurso. En otros, una o dos parejas de niñas bailaban seguidillas.

El pueblo se extendía por entrambos lados adosado a la montaña, y sus casas estaban bañadas por el mar, al cual podían los vecinos salir por escaleras de piedra. En muchas había también un pequeño terrado o jardín donde merendaban o departían sosegadamente tomando el fresco, o bailaban y reían, según el humor y la ocasión.

Palabra del Dia

vorsado

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