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Actualizado: 2 de octubre de 2025
Vieron la iglesia alzarse por encima del chato caserío; un débil reflejo dorado, que no era todavía sol, tocó la cruz, y envolvía poco a poco el campanario; luego fue descendiendo por los ladrillos del muro, y pronto el templo entero y todo el arrabal se bañaban en la ligera claridad de oro.
No faltaban entre ellos, sin embargo, quienes creían que le estaba bien empleado a don Rosendo, por haber criado con tal mimo a su hija menor, y haberla consentido tomar aquellas ínfulas y aires de princesa. Los enemigos se bañaban en agua de rosas, y procuraban aumentar con mil trazas el escándalo.
Antes de acomodarse en los coches se pasó cerca de media hora, cambiándose entre unos y otros interminables bromas que hacían fluir las carcajadas. Casi todos estaban roncos. Los hombres, perezosos para meterse en los vehículos, hacían traer á ellos bateas con cañas y las servían á las hembras, que las rechazaban riendo, cuando no les bañaban el rostro con ellas.
Desde la aparición de don Álvaro en la plaza, el humor de Ana había cambiado, pasando de la aridez y el hastío negro y frío, a una región de luz y calor que bañaban y penetraban todas las cosas: aquellas bruscas transformaciones del ánimo, las atribuía supersticiosamente a una voluntad superior, que regía la marcha de los sucesos preparándolos, como experto autor de comedias, según convenía al destino de los seres.
Alzale la reyna de Babilonia, y le sienta cabe sí en la orilla del arroyo, enxugando una y mil veces sus ojos que siempre en frescas lágrimas se bañaban.
Híala, que por su condición viva y regocijada había tomado en fastidio tanta circunspección y compostura, quiso aprovechar ocasión tan feliz de solazarse a todo su albedrío; y mientras la Sultana madre se entretenía en reñir en un estanque a varias esclavas que se bañaban con mucho de algazara y escarceo y algún poco de desenvoltura, se perdió por entre un laberinto de mosquetas, rosas y celindas, acompañada sólo de Encirnún, una su esclava, persiana de nacimiento y de singular belleza y discreción.
Estando contigo no me importa morir. El conde la apretó contra su seno y la cubrió de besos. Sí, sí, a mi casa vas exclamó mientras las lágrimas bañaban sus mejillas. De allí no saldrás ya nunca, porque para arrancarte necesitarán antes arrancarme la vida... Escucha, Josefina, voy a decirte una cosa. Procura entenderla.
Más allá de los campos estaban las ciudades, las grandes aglomeraciones de la civilización moderna, y en ellas otros rebaños de desesperados, de tristes, pero que repelían el falso consuelo del vino, que bañaban sus almas nacientes en la aurora de un nuevo día, que sentían sobre sus cabezas los primeros rayos del sol, mientras el resto del mundo permanecía en la sombra.
D.ª Eloisa y D.ª Rita consumieron varios frascos de esencia, haciendo copiosas aspersiones, sobre todo a sus amigas, a quienes bañaban el rostro en medio de una algazara, que no por ser reprimida, era menos sabrosa. Poco a poco la religiosa solemnidad se iba trasformando en una fiesta de carácter íntimo y familiar.
Al mismo tiempo le tomó una mano y comenzó a imprimir en ella vivos y fuertes besos, mientras bañaban sus mejillas las lágrimas y le rompían el pecho los sollozos. El P. Gil quiso arrancarse a aquellas demostraciones, pero no pudo. La arrepentida doncella le tenía sujeto con las manos crispadas. Turbado hasta lo indecible, no supo decir más que...
Palabra del Dia
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