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Actualizado: 2 de junio de 2025


El pobre mozo del bar, amigo Ojeda, ese rubio con bigotes a lo kaiser, se movía incesantemente de una mesa a otra, descorchando botellas de champán, llenando copas, recogiendo del suelo vidrios rotos. Al principio estaban por grupos: a un lado los sudamericanos, al otro los yanquis y los ingleses, más allá los alemanes, pretendiendo cada uno sobrepujar al vecino en generosidad.

Odiaba á los rostros desconocidos, por estar seguro de que ejercían sobre él una influencia maléfica. Bastaba que viese uno al otro lado del tapete verde ó detrás de su asiento, para que empezase á rugir por lo bajo, hasta que al fin se ponía de pie, trasladándose al bar, seguro de que un whisky á tiempo cortaría la mala suerte.

No diré que no respondió Tomás Flavio, algo más animado. Puede que . ¿Pero y tu mujer, viejo? ¿Qué tal va? El viejo titubeó. Todo Bar Sansón sabía que las experiencias conyugales no habían sido felices para él.

El dueño del bar, un alemán gordo de piernas, cuadrado de cabeza, con pelos duros de cepillo y mostachos colgantes, respondía al apodo de Hindenburg. Sonrió el marino al pensar en la posibilidad de meter á Hindenburg debajo de su mostrador... Quería ver este establecimiento, donde muchas veces había sonado su nombre.

Falsas, escandalosamente falsas, hijo mío dijo riendo y mirando en torno de ella . Pero bien sabes que la mayor parte de las que llevan las otras no son mejores. ¡Ay, las perlas! Si se juntasen todas las que se lucen en el mundo, resultaría que el mar no tiene espacio para haber producido la décima parte. Se llevó á Miguel hacia el bar. Quería pedirle un favor.

¡Oh, musa! canta; ¡la cabalgada de Federico Bullen! ¡Oh, musas, venid en mi ayuda para cantar los caballerescos varones, la sagrada empresa, las hazañas, la batida de los patanes malandrines, la terrible cabalgada y temerosos peligros de la flor de Bar Sansón! ¡Ah, musa mía! ¡Desdeñosa estás!... Nada quiere con este animal coceador y con su andrajoso jinete, y fuerza me es seguirlos en simple prosa.

Actualmente saca en limpio tres ó cuatro millones nada más, y como tiene que cubrir unos gastos enormes, se ve obligado á hacer empréstitos para seguir viviendo, lo mismo que un Estado. Miguel se fijó en los que pasaban por el bar. Sólo entraba un hombre por cada diez mujeres. También es la guerra dijo Castro . ¡No se ven mas que hembras, hembras por todas partes!

Como la crecida de las aguas había suspendido las faenas de las minas y del río, hacía ya mucho tiempo que los medios de diversión se habían agotado en Bar Sansón. Además, la subsiguiente falta de dinero y aguardiente quitaba el gusto hasta la más inocente diversión.

Somos cuatro: un escritor francés, dos capitanes servios y yo. ¿Adonde ir en este París obscuro, que tiene cerradas todas sus puertas?... Uno de los servios nos habla del bar de cierto hotel elegante, que continúa abierto para los huéspedes del establecimiento. Todos los oficiales que quieren trasnochar se deslizan en él como si fuesen de la casa.

En el bar de los salones privados esperará á los dos, para hablar de las condiciones del encuentro. Permanece inmóvil en su profundo sillón, frente á una ventana dorada por la luz del ocaso, en la que se tejen y destejen los hilos de sombra proyectados por el ramaje inquieto de los árboles. Le parece de pronto que su espera resulta demasiado larga.

Palabra del Dia

lanterna

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