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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Supongamos que Ana consentía en hablar con don Álvaro a solas, ¿dónde podía ser? ¿En casa del Regente? Imposible, pensaba el seductor; esto ya sería una traición formal, de las que asustan más a las mujeres; semejantes enredos no podía admitirlos la Regenta: por lo menos al principio.
Muchos creen que el ser liberal consiste en pegar gritos, insultar a los curas, no trabajar, pedir aboliciones y decir que mueran las autoridades. No señor. ¿Qué se desprende de esto? Que cuando hay libertad mal entendida y muchas aboliciones, los ricos se asustan, se van al extranjero, y no se ve una peseta por ninguna parte.
Salí de allí muy alegre y regocijado. Angelina salió a encontrarme. Doña Carmelita ha tenido un ataque horroroso, ¡como nunca! Hace mucho tiempo que estaba bien: comía con apetito, dormía tranquilamente.... Es cierto que iba perdiendo las fuerzas, pero no tenía esos ataques, esas convulsiones que a mí me asustan.... Corrí al cuarto de la enferma.
Inés, tú eres víctima de un gran error. ¿Temes a doña María, temes a la de Leiva, temes a esas siniestras y medrosas figuras que constantemente te están vigilando con sus ojos terribles? Pues bien; esas dos personas no son para ti otra cosa que dos figurones como los que asustan a los chicos. Acércate, tócalos y verás cómo son cartón puro. No sé qué quieres decir.
No he de negar por esto que, si bien dentro de ciertos límites juiciosos me hechizan, me deleitan y hasta me arrancan aplausos las literaturas regionales, sobre todo cuando son cándidas, espontáneas y sencillas, todavía me asustan y me afligen cuando se convierten en tema y vienen á extralimitarse.
¡Que me aspen si toco ni canto más! decía malhumorado el músico, enfundando su arpa. ¿Pues qué esperaba vuesa merced, un himno sacro ó la letanía? ¿Desde cuándo asustan á los pajecillos las trovas que entonan todos los juglares del reino? Lo dicho, no canto más. Sí haréis, repuso uno de sus oyentes. Á ver, tía Rojana, un jarro de lo bueno para maese Lucas. Yo convido.
Repuesto un poco de su pasmo, dijo el P. Jacinto: Y dime, hijo, ¿qué trata de hacer Doña Blanca para remediar el mal? ¿Qué proyectos son los suyos, que tanto te asustan? ¿Quién sería el inmediato heredero de su marido si ella no tuviese una hija? preguntó el Comendador. Don Casimiro Solís, fué la respuesta. Pues por eso quiere casar á su hija con D. Casimiro.
Al pasar cerca de mí, no sé si sintió mi respiración o el roce de mi cuerpo contra la pared, porque me era imposible permanecer en absoluta quietud. Estremeciose toda, miró al rincón, y de seguro me vio, es decir, vio un bulto, un fantasma, un ladrón, cualquiera de esos vestigios o imaginarios duendes de la noche, que asustan a los niños y a las muchachas tímidas.
No, por Dios, que no sueñen que hablamos de estas cosas.... Se reirían de mí y dirían que parecemos un club. ¿No sabe usted alguna noticia? ¿Qué me cuenta usted del prestidigitador que trabaja en el teatro? ¿El húngaro? ¡Bah! Como todas esas funciones.... Muy pesado, mucho cubilete y los pistoletazos de cajón.... ¡Pistoletazos! Los odio: me asustan atrozmente.
Ni tienes experiencia ni Dios te ha dado cabeza para saber lo que entra y lo que sale y lo que cada cual se trae... En una palabra, Soledad, y dispénsame que te lo diga: tú no vas á ninguna parte... Porque me ves alegre y guasona á ratos, y bebo y canto y no me asustan las sandeces de los hombres, te has llegado á figurar que estoy aquí para todo el que quiera alargar la mano, ¿verdad?
Palabra del Dia
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