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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Buscó la joven un rinconcito donde colocarle, en uno de aquellos muebles rotos, y allí escondido le visitaba todos los días y le contaba en plática muda y tierna sus dolores solitarios. Aquella mañana fué a verle y le pareció que él también estaba más afligido que nunca. Después se asomó a contemplar la torre grave y maciza de Luzmela, la torre amiga de su corazón.

Todo el júbilo de la primavera se asomó al cielo y se fundió en un azul profundo, nuevo y triunfante, que recortó en su intensidad milagrosa los montes gigantes, los bravos montes de Cantabria.

Entreabrió a punto la mampara un paje, asomó la cabeza, y dijo a su señora que el familiar del Santo Oficio que había estado antes, había vuelto, y que decía que por la señora era venido; y doña Guiomar mandó le llevasen al estrado, y que le rogasen que allí esperase.

El pobre Martínez podía darse por muerto... Y ningún asomo de remordimiento turbó el infernal orgullo de su fuerza implacable. Era tan enorme la conciencia de su superioridad, tan absoluta su certeza en el resultado, que al fin acabó por sentir dudas: esa desazón que infunde el misterio de lo que aún está por realizarse.

Jaleaba a la pareja de bailadores, sin el menor asomo de celos; él, que se sentía capaz de sacar su navaja apenas se fijaba alguien en María de la Luz. Únicamente sentía un poco de envidia, por no poder bailar con el garbo de su amo. Ocupada su vida en la conquista del pan, no había tenido tiempo para aprender tales finuras.

Quiero decir que hasta la vuelta de París de toda la familia, no se estableció ésta a la altura de sus recursos, ni don Simón consintió a su mujer que abriese sus salones ni adquiriese otras visitas que las más indispensables. Por supuesto que, así y todo, por debajo de los damascos de la gran dama asomó más de una vez el mandil de la taberna. Pero ¿qué se le había de hacer?

Cuando sonó el pito del jefe y la máquina contestó con un formidable resoplido, D. Nemesio, presa de indescriptible ansiedad, asomó su calva venerable por la ventanilla gritando: ¡Puig! ¡Puig!... Mozo, mire usted si en el retrete hay un caballero catalán... El mozo se encogió de hombros con indiferencia.

Debía precaverse contra una asechanza del antiguo presidiario, y se puso de pie, procurando disimular su cuerpo detrás del tronco de un árbol, no dejando visible más que un ojo. Alguien se movió en el interior de la casucha; algo negro asomó indeciso en su puerta.

La negra trajo á Dorotea un magnífico manto de terciopelo; la joven se puso algunas joyas, se arregló un tanto los cabellos, y salió. Montiño se quedó solo en la sala sin saber lo que le acontecía. Poco después asomó Quevedo á la puerta. De seguro dijo habéis cometido alguna torpeza, amigo Juan. No por cierto; creo que la torpeza, aunque parezca extraño, viene de vos.

Como otras veces, Ana fue tan lejos en este vejamen de misma, que la exageración la obligó a retroceder y no paró hasta echar la culpa de todos sus males a Vetusta, a sus tías, a D. Víctor, a Frígilis, y concluyó por tenerse aquella lástima tierna y profunda que la hacía tan indulgente a ratos para con los propios defectos y culpas. Se asomó al balcón.

Palabra del Dia

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