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Me representé a mi país como una inmensa tierra poblada de gentes, todos fraternalmente unidos; me representé la sociedad dividida en familias, en las cuales había esposas que mantener, hijos que educar, hacienda que conservar, honra que defender; me hice cargo de un pacto establecido entre tantos seres para ayudarse y sostenerse contra un ataque de fuera, y comprendí que por todos habían sido hechos aquellos barcos para defender la patria, es decir, el terreno en que ponían sus plantas, el surco regado con su sudor, la casa donde vivían sus ancianos padres, el huerto donde jugaban sus hijos, la colonia descubierta y conquistada por sus ascendientes, el puerto donde amarraban su embarcación fatigada del largo viaje; el almacén donde depositaban sus riquezas; la iglesia, sarcófago de sus mayores, habitáculo de sus santos y arca de sus creencias; la plaza, recinto de sus alegres pasatiempos; el hogar doméstico, cuyos antiguos muebles, transmitidos de generación en generación, parecen el símbolo de la perpetuidad de las naciones; la cocina, en cuyas paredes ahumadas parece que no se extingue nunca el eco de los cuentos con que las abuelas amansan la travesura e inquietud de los nietos; la calle, donde se ven desfilar caras amigas; el campo, el mar, el cielo; todo cuanto desde el nacer se asocia a nuestra existencia, desde el pesebre de un animal querido hasta el trono de reyes patriarcales; todos los objetos en que vive prolongándose nuestra alma, como si el propio cuerpo no le bastara.

Pero esa mujer halla abiertas un dia las puertas de su casa; sale á la calle, la permiten salir; habla, piensa, obra; oye pensar, ve hacer; entra en la revolucion de las opiniones y de los derechos; la nueva moral la auxilia; la nueva religion la llama; se asocia, por fin, á la vida pública; por fin, se asocia; siente este vínculo, siente la relacion social, como antes sintió el cariño á la aguja con que cosia: comprendiendo y sintiendo la razon que la une á un pueblo, á una raza política, comprende y siente por intuicion lógica las razones que existen para que una raza se asocie á otra raza; para que un pueblo llame hermano á otro pueblo, y de escala en escala, de idea en idea, de emocion en emocion, de regocijo en regocijo, de dignidad en dignidad: ¡! de virtud en virtud, de alteza en alteza, en su cerebro y en su corazon se va criando una figura alentada y noble, una síntesis que no es otra cosa, en resúmen, que la idea y el sentimiento de su propio sér, extendido á toda su esfera, á su magnánima nacionalidad; á la nacionalidad de un poder que creó para un mundo un cielo y una tierra.

Un rey concedido por Vos es absolutamente vuestra imagen, y debe, por lo tanto, conservar todo su prestigio y toda su autoridad: si este rey se asocia con su pueblo y se mezcla en las luchas que lo dividen, formando parte de ésta o de la otra fracción, las pasiones se exaltan más y no cumplirá la misión que de Vos ha recibido, porque la monarquía es una gran familia de la que el rey es el padre, y no es un padre sabio el que hace a cada uno de sus hijos juez de su propia conducta y de todas las razones causadas por todas y por cada una de sus obras; ¿quién le ha dado el derecho de condenarlo todo, de decirlo todo, escribirlo todo, ya sea contra su gobierno, ya contra cada uno de sus hermanos, salvo, empero, el ser castigado, si se equivoca?

El paisano se dice: «Mi hijo ha de ser paisano como yo; poco importa que no aprenda a leer ni escribir, con tal que sepa ganar dinero y tenga fortunaAsí, léjos de enviarle a la escuela, le asocia á todos sus trabajos, le hace siervo del campo y del arado, y le trasmite rigorosamente sus preocupaciones y costumbres.

Tales ecos extraños y retardados del antiguo culto del demonio podrían ser notados todavía en nuestros días por quien escuchara hablar a los campesinos de cabellos blancos; porque el espíritu inculto asocia difícilmente la idea de poder con la bondad.