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Actualizado: 6 de julio de 2025


Su cabeza, tan erguida siempre, se doblaba bajo el peso del tedio o la preocupación; su talle flexible, ondulante, se movía sin compás girando a un lado y a otro como el cuerpo de un beodo; arrastraba los ojos por el suelo, aquellos hermosos ojos africanos que eran el más preciado ornamento de la noble ciudad de Lancia, y por su frente pálida cruzaba una arruga bien profunda, signo de pensamiento fijo y doloroso. ¡Cuánto le había atormentado desde hacía dos meses!

García permanecía silencioso también. Una arruga profunda cruzaba su frente, signo de intensa meditación. Al cabo, cuando ya se aproximaban al término del viaje, preguntó con afectada indiferencia: ¿Hace mucho tiempo que ustedes conocen a esa prendera que se llama D.ª Rafaela? , señor, hace ya algunos años que somos amigos respondió el artista con voz alterada.

En aquella mano habían estampado un beso hacía un instante y ella, en vez de castigar la insolencia, se había limitado a levantarse del asiento roja como una amapola. ¿Cómo había perdido la fuerza para rebelarse? Esta idea dolorosa trazaba una arruga profunda en su frente.

Hay momentos en que me asusto de mi felicidad; paréceme que es demasiada. Imagínese prosiguió bajando un poco la voz : amo, soy amada, y todo esto sin remordimientos, en paz con el presente y sin ningún temor para el porvenir... porque, gracias a Dios y a usted, amigo mío, podré ver sin terror aparecer la primera arruga, que es el espectro y el castigo de los amores vulgares.

Se me habían hecho diversos ofrecimientos; no tenía más que elegir. Cuando Roberto vino a buscarme y, con una arruga de inquietud en la frente, me hizo esta pregunta: «¿Qué vas a hacer ahora, Olguitale expuse con una sonrisa tranquila mis proyectos para el porvenir. Sobrecogido de admiración juntó las manos y exclamó: ¡Verdaderamente, te envidio! ¡Harás camino, !

Así se arruga el pellejo de las frutas. Las cimas que surgen directamente del suelo y suben de una manera gradual, desde el nivel del Océano hasta las alturas heladas de la atmósfera, son las montañas de lavas y cenizas volcánicas. En más de un sitio de la superficie terrestre se las puede estudiar con comodidad, alzándose, aumentando á la simple vista.

Raúl, desde entonces, puso una especie de coquetería en confesar su edad y no discutió ya con el espejo la aparición de una arruga o de una cana.

La Valcárcel dormía. Dormía de veras, con la boca un poco entreabierta. Dormía con fatiga; la antigua arruga de la frente había vuelto a acentuarse amenazadora. Bonis se tuvo lástima en nombre de todos los suyos. Sintió, con orgullo de raza, una voz de lucha, de resistencia, de apellido a apellido: lo que jamás le había pasado en largos años de resignada cautividad doméstica.

De vez en cuando se detenía, y apoyando un codo en una mano, se llevaba la otra a la frente, partida por una arruga vertical. Al oír que el joven le saludaba, dudó algunos instantes, como si sus ojos inflamados no pudiesen reconocerle. ¡Ah! ¿Es usted, señor de Maltrana? dijo con voz dulce . Que la Virgen le guarde. ¿Trabaja usted mucho?.. Maltrana le había conocido por sus hábitos de noctámbulo.

¿Qué hacía él en aquel tiempo? ¿En qué pensaba? ¿Cuáles eran sus esperanzas? Su existencia no tenía objeto; era una existencia vacía, gris. Treinta y cuatro años, ninguna arruga en la frente; ¡pero cuántas arrugas en el alma!

Palabra del Dia

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