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Actualizado: 6 de junio de 2025
¿Sabes por qué he tardado tanto?... Pues por el dichoso niño, que me ha seguido hoy también. Al decir esto, se puso repentinamente seria; una arruga bien pronunciada cruzó su linda frente. ¡Es insufrible! añadió . Ya no sé qué hacer. A todas horas, salga por la mañana o por la tarde, traigo aquel fantasma detrás de mí. He tenido que refugiarme en casa de Mariana.
Tampoco era Carlota responsable de que nuestro joven perdiese la razón al ver una minúscula arruga en el planchado de los puños o las botas sin el conveniente brillo, porque no tenía la costumbre de reconocer minuciosamente ni los puños ni las botas de su novio. Es más, aunque advirtiese la arruga del planchado o la opacidad de las botas, era tan bonachona que se lo perdonaría sin gran esfuerzo.
Bien se adivinaba en la arruga vertical hinchada entre sus cejas el propósito firme de hacer polvo al autor de su ruina. Barret se enfurecía cada vez más con el mozo. Llegó á llamarle ladrón porque se negaba á devolverle su arma. No tenía amigos; todos eran unos ingratos, iguales al avaro don Salvador. No quería dormir allí: se ahogaba.
Pepe se había puesto a leer La Libertad Española, que pidió a Leocadia y que ella le trajo sin una sola arruga, con gran sorpresa de Tirso; mas este permaneció callado, deseoso de escuchar a Millán que, mirando de vez en cuando a la chica, sostenía el diálogo con don José. Decía el viejo: Aquí no se hacen más que torpezas; si el partido liberal se divide, vamos a ver cosas muy tristes.
Una arruga surcaba su frente tan pronto como se trataba de esa criaturita, y ella, como amaba apasionadamente a su marido y temía que le tomara aversión a ella misma a causa del niño, se lo ocultaba lo más que podía. El niño se enfermó con escarlatina. Encontré a la madre de rodillas junto a la cama y derramando amargas lágrimas.
El conde se puso repentinamente serio, llevose la mano a la frente y replicó al cabo de unos momentos con acento sombrío y como si se hablase a sí mismo: Fatigado, sí; ésa es la verdadera palabra... ¡Muy fatigado!... La fatiga me sale por los poros. Guardaron ambos silencio. El conde quedó entregado a una intensa meditación que trazó en su frente arruga profunda.
Las facciones estiradas, sin una arruga, sin un estremecimiento que delatase emoción; la mandíbula estrecha y aguda como hierro de lanza, y los ojos tan inexpresivos e inmóviles como el rostro, pero con una fijeza fría que desconcertaba. Gabriel le había conocido en su niñez.
Tenían ante ellos el azul del Océano, liso, denso, sin una arruga y en el fondo, por la parte de popa, un triángulo de sombra que empañaba el horizonte, una especie de nube gris y piramidal, que era la isla... Calma absoluta... Sentados en mitad de la cubierta, no alcanzaban a ver las espumas que la velocidad de la marcha arremolinaba contra los flancos del buque.
El extranjero está pesaroso, este pesar es una arruga de su alma, por decirlo así, que apenas se divisa en su semblante; pero el pesar existe, tiene su significacion muy trascendental, y para apreciarla debidamente, es indispensable poner el pié en tierra extranjera. No, no vale el genio sin el sentimiento experimental que nos descubre ciertas distancias en la insondable matemática de la vida.
Pero en medio de su frenesí amoroso, un hombre más observador que el conde hubiera notado cierta inquietud, algo triste y siniestro que brotaba á la frente por intervalos en forma de arruga, y á los ojos como relámpagos aciagos. Trascurrió mucho tiempo. Al cabo la institutriz, después de vacilar infinitas veces, se atrevió á preguntarle al oído: ¿Qué piensas hacer después de lo que te han escrito?
Palabra del Dia
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