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Actualizado: 30 de abril de 2025


Entonces su mujer, cediendo á un irresistible impulso de su corazón, echó los brazos al cuello de su marido, y con el torrente de sus lágrimas arrancó al fin ¡las primeras, tal vez! de los torvos ojos de aquel rudo marinero.

Fuí imprudente; creyéndole un vasallo leal, le escribí algunas cartas de mi puño y letra, avisándole de la hora que podía entrar en palacio y verme. ¡Y esas cartas! ¡esas cartas! Las he quemado yo por mi propia mano, gracias á don Juan Téllez Girón, que se las arrancó á estocadas. ¡Ah! dijo respirando el rey ; ¿y de resultas de esas estocadas está herido don Rodrigo? , señor.

Cuando tan pronto vienes, algo güeno ties que dicirme exclamó el mocetón con una confianza cándida que a Fermín casi le arrancó lágrimas. Suelta por esa boca, Ferminillo mío, ¿qué resultao traes de tu embajada?... Montenegro tuvo que hacer un esfuerzo violento para mentir, ocultando con vagas palabras su turbación. El asunto marchaba así, así; no del todo mal.

Y a París la llevaron en esta situación de ánimo, sin alegría y sin penas, no contando las lágrimas que la arrancó del fondo del corazón el desconsolado llorar de la niñera, en cuyos besos de despedida, ardorosos, resonantes y mezclados con el llanto de sus ojos, sentía palpitar el alma entera de la noble guipuzcoana.

Un desaliento que tenía mucho de impotencia y algo de despecho le arrancó de allí, y temeroso de ser visto, huyó de aquella puerta, tras la cual quedaba rota para siempre la más hermosa de sus ilusiones.

Las notas volaban como suspiros, su timbre antiguo hacía más adorable aquel canto entonado por una voz fresca. Juan, cerrados los ojos, saboreaba el encanto de aquella melodía de antaño, que parecía el eco lejano de un pasado muerto. Se sentía triste hasta derramar lágrimas. Un grito de espanto de la joven lo arrancó a su sueño doloroso.

El inquisidor general, arrancó la daga al joven, y le quitó la espada. Mirad, fray Luis, mirad si tiene pistoletes á la cintura dijo Quevedo. El padre Aliaga, en silencio como hasta allí, registró la cintura de don Juan y le quitó dos pistoletes. ¡Ah, ya era tiempo! ¡ya no podía resistir más! dijo Quevedo soltando al joven.

Don Fermín corrió a la puerta, la cerró por dentro, y volviéndose rápido y con ademán descompuesto, gritó, sujetando con fuerza el brazo de la criada: ¡Déjate de disimulos, habla o te arranco yo las palabras! Petra le miró cara a cara, fingiendo humildad y miedo; «quería ver el gesto que ponía aquel canónigo al saber que la señorona se la pegaba».

No podía yo interrumpirla ni dejarla y tenía la frente bañada en un sudor de impaciencia al pensar que cualquiera podía entrar en la biblioteca, hojear el libro y dar con el sobre misterioso, cuya presencia sería difícil de explicar. Dudo que mis respuestas a la Marquesa le dieran una alta idea de mi inteligencia. La llegada del me arrancó de aquel suplicio.

Cásese, más adelante, cuando usted quiera. No imagine que su esposa pueda tener celos de , porque cuando eso pudiera suceder yo estaré muerta o seré feliz concluyó, con un estremecimiento que en poco estuvo no la hiciera caer. Adiós. Yo estaba de rodillas, los brazos extendidos, esperando una frase más dulce que ella no pronunciaba. Una postrera reacción de debilidad o de lástima se la arrancó.

Palabra del Dia

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