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Actualizado: 30 de abril de 2025
Haremos una revolución, destronaremos a Alberto, y le daremos á usted la corona de Mónaco. Puede casarse, si le place, con la hija de un emperador: el dinero lo arregla todo. Nosotros lo tenemos, usted lo tiene... ¡He dicho que no! Lo que yo deseo es entrar en el Casino para hacerlo quebrar y llevarme las llaves. Esta amenaza le arrancó la suprema concesión.
Tomando un puñado de capullos, los fué prendiendo á lo largo de las líneas de la letra escarlata que decoraba el pecho de su madre, á la que se quedaron tenazmente adheridos. Ester no se los arrancó. El médico que, entretanto, se había acercado á la ventana, dirigió una mirada al cementerio, y sonrió amargamente.
Y sin conmoverse por lo dulce del canto ni respetar el encargo fatídico que su nieto dirigía al través de los montes á una lavandera sevillana, cayó sobre él como una pantera, le arrancó la guitarra de las manos y se la rompió en la cabeza. No satisfecha con esto, todavía aspiraba á desembarazarse de las manos que la sujetaban, sin duda para despedazarlo.
¡Infierno! ¿es que la desgraciada se ha vuelto loca? exclamó el gitano, y quiso tomar una mano de la joven, pero este movimiento le arrancó un grito penetrante. Su fractura era viva y sangrienta. De pronto se oyó un ruido, al principio sordo y confuso, en la dirección de la puerta del jardín.
Señá Benina, ¿está usted en sus cabales? En ellos estoy, Teresa Conejo, como lo estaba cuando te presté los mil reales, y te salvé de ir a la cárcel... ¿No te acuerdas? Fue el año y el día del ciclón, que arrancó los árboles del Botánico... Tú habitabas en la calle del Gobernador; yo en la de San Agustín, donde servía... Sí que me acuerdo. Yo la conocí a usted de que comprábamos juntas...
Octavio arrancó un clavel y se lo arrojó, pero no habiendo hecho bien la puntería cayó en el patio contiguo, con grande y ruidoso sentimiento de los nenes. Tomó otro riendo y volvió á tirarlo. Esta vez obtuvo un resultado satisfactorio. El niño que lo cogió le dió las gracias con un beso. Los demás se pusieron á gritar: Dame otro, dame otro. Allá voy; no hay que impacientarse; para todos habrá.
¡Desvergonzado! ¡Puerco! ¡Eso te enseñan en el seminario, gran tuno! ¡Malos diablos te lleven a ti y a todos los capellanes! ¡Ven acá, ven otra vez y verás cómo te arranco esas narizotas podridas!
El mío prosiguió con una voz en que se notaban dejos del llanto sirvió también a su rey en la Armada real hasta el año 68...; en el mes de septiembre se arrancó los entorchados y rompió su espada... Yo, señor, desenvainé la mía por primera vez en la batalla de Alcolea, y fiel a las tradiciones de mi raza, vengo a ofreceros hoy como Grande la que ya os di como soldado...
Como no aprendí la pieza de memoria, y este papel no es el mío.... Voy a tocar otra cosa. Y echando atrás la cabeza y a Baltasar una mirada fugaz, arrancó del teclado los primeros compases de mimosa habanera.
Julia también cruzó sin mostrar que reparaba en él; mas a los pocos pasos volvió la cabeza, y a espaldas de su madre le envió una sonrisa y le hizo una serie de muecas y saludos afectuosísimos, aunque reprimidos; después con rápido y gracioso ademán acercó la mano al pecho, arrancó un clavel que llevaba y lo tiró al suelo.
Palabra del Dia
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