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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Aun es hermosa, y en vano la enfermedad, la tristeza de su marchita belleza, anublan el esplendor; y áun á pesar de las canas que emblanquecen sus cabellos, hay en sus ojos destellos de juventud y de amor. Amor doliente, infinito, mal herido, acongojado, en ardoroso cuidado, en apenador afan; corriente de desventura, que la materia mezquina gasta, corroe, calcina, como el fuego en un volcan.
Mientras hablaban los tres, la goma villavejana se chupaba los dedos y no sabía de qué lado ponerse ni qué majadería inventar para que Nieves se clavara... ¡lo mismo que la goma de todas partes! y las hembras peripuestas la miraban de reojo al pasar a su lado, de los pies a la cabeza, ¡igual que todas las presuntuosas de todo el mundo! porque son achaques esos que están en la masa de la sangre, aun en la de los que usan taparrabo... Posible es que Nieves no se fijara en los unos ni en las otras, aunque cueste creerlo por lo que se sabe del prodigioso alcance de vista que tienen las mujeres guapas para esos lances y otros parecidos; pero podría apostarse algo bueno a que en la comparación que hizo mentalmente, después de mirarle de arriba abajo en menos de dos segundos, del Leto que tenía delante, vestido de día de fiesta, con el Leto de la víspera, desaliñado, ardoroso y con el pelo alborotado y la barba revuelta, aunque ambos eran buenos mozos, optaba por el segundo; es decir, por el Leto del billar, en calidad, se entiende, de mujer artista y esforzada.
Y detrás de esta sonrisa quiso percibirse, allá en el fondo de la garganta, una risa apagada, nerviosa, amenazadora, como jamás tampoco había salido de su pecho. Todas las almas, hasta las más puras, se sienten acariciadas en algún instante de la vida por el crimen. La condesa sentía ahora sobre la frente su beso ardoroso, maldito.
Es posible que la niña menor de D. Pantaleón suponga que un violín no tiene derecho a expresarse de modo tan ardoroso, o bien considere como un insulto personal aquel juego inusitado de las corcheas.
Amaba nuestro héroe con soñador idealismo, libre de todo pensamiento impuro, á veces con ardoroso fuego que en sus venas ponía un hervor de todos los demonios. Su corazón volcánico tenía sensaciones de todas clases para el objeto amado, ora dulces y platónicas como las de Petrarca, ora arrebatadas como las de Romeo. ¿Y quién había inspirado á Pacorrito pasión tan terrible?
Y ella, al sentir más próxima la boca de Febrer, al percibir su aliento ardoroso, movió levemente la cabeza. «No, no. ¡Váyase!... Tengo miedo.» Sus ojos se elevaron para mirar rápidamente a todos aquellos jóvenes morenos, de gesto trágico, que parecían quemarlos a los dos con sus pupilas de brasa.
Pero el ardoroso profesor siguió hablando: Yo no le exijo que me responda inmediatamente. Confieso que esta manifestación de mis sentimientos es un poco violenta y que usted no la esperaba. A no ser por el peligro que le amenaza, me hubiese abstenido de hablarle de esto en mucho tiempo. Pero, en fin, lo que yo debía decir ya está dicho. Reflexione usted, consulte su corazón; esperaré su respuesta.
El ardoroso sol de los últimos días primaverales inundaba todo el jardín, engendrando sombras enérgicamente proyectadas que dibujaban en la arena formas extrañas. El movimiento y los ruidos iban devolviendo animación a la casa.
La engañaba bebiendo aún más y el pobre hombre estaba en un círculo vicioso del cual no podía salir sino por la muerte. La duquesa se asustaba alguna vez de su ardoroso aliento y no se atrevía a manifestarle sus terrores, pero colocaba discretamente sobre su mesita de noche alguna tisana refrescante y perfumada que él no tomaba.
Aquí reinaba el verano, un verano patagónico, violento y ardoroso, sobre una tierra que rara vez conoce las lluvias y en la cual todas las estaciones son extremadas, descendiendo el termómetro durante el invierno muchas unidades por debajo de cero. La tierra yerma parecía temblar bajo el sol.
Palabra del Dia
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