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Actualizado: 3 de octubre de 2025


Currita calculaba complacidísima el efecto, alejando de el retrato, y la mano con que le sostenía fue a tropezar con el pedazo de cogulla del fraile; retiróla bruscamente, cual si hubiese tocado una brasa ardiendo, y miró con miedo, con espanto casi, la magnífica cabeza de Pantoja, que tan admirablemente expresaba sobre el lienzo la imponente y serena calma de la muerte.

Todo continuaba lo mismo: las luces ardiendo, derramando en copiosos chorros la blanca cera sobre las arandelas; las imágenes en el propio sitio, sin mover brazo ni pierna ni desplegar sus austeros labios; la mujer sumida plácidamente en un sueño que debía saberle á gloria; todo seguía lo mismo, menos la caja azul, que se había quedado vacía.

Padre dice con voz temblorosa, ahogada por la emoción, se me olvidó decir que esta noche hice una penitencia que acaso, por excesiva, pudiera ser un pecado. El joven presbítero levantó los ojos sin comprender bien, expresando una muda interrogación. Me he quemado con una plancha. El confesor permaneció silencioso, mirándola con ojos distraídos. Me he puesto la plancha ardiendo en un brazo...

Un labrador que tenía en arrendamiento una de mis haciendas, y cuya mujer estaba criando, a su cargo tomome; y libre ya del cuidado mío, mi pariente, Francisco de Rivalta, por el mundo se fue a buscar, ardiendo en saña, al causador de tanta desdicha. Era él joven aún, graduado en letras humanas, en leyes y en sagrada teología y cánones, y como he dicho, alcalde del crimen en Sevilla.

Surgen de todas partes los héroes por encanto, en sacro amor ardiendo, radiantes de virtud; hasta morir no cejan, y espiran. Entre tanto que fervientes pronuncian, patria, tu nombre santo; su último aliento exhalan deseándote salud.

Llegaron a tierra y se alejaron a toda carrera en dirección opuesta a los piratas. Sólo se detuvieron cuando llegaron al lindero del bosque. La casa aérea seguía ardiendo y amenazaba desplomarse de un instante a otro. Las llamas subían, bajaban y se enroscaban como serpientes, lanzando al aire nubes de humo y constelaciones de chispas.

El gremio de sastres, que siempre ha sido muy numeroso en Sevilla, cuando el viaje á esta ciudad de Felipe V en 1729, se propuso obsequiar al rey, ardiendo en entusiasmo monárquico de tal modo y manera, que en su obsequio dejase atrás cuanto en el mismo sentido pudieran hacer otros.

Deja que el sol ardiendo las lluvias evapore, y al cielo tornen puras con mi clamor en pos; deja que un ser amigo mi fin temprano llore, y en las serenas tardes, cuando por alguien ore, ora también, ¡oh patria! por mi descanso a Dios.

16 Sadrac, Mesac, y Abed-nego respondieron y dijeron al rey Nabucodonosor: no cuidamos de responderte sobre este negocio. 17 He aquí, nuestro Dios a quien honramos, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.

Era un perro de lana; habia entrado sin duda en la cocina, alguna chispa habia saltado de los hornillos, la lana habia prendido fuego, y el pobre animal salia á la calle medio ardiendo y chillando de un modo horrible. El amo le seguia, llevando en la mano derecha un baston ó cosa semejante.

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