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Actualizado: 3 de junio de 2025
Francia siguió dando la moda, enseñando la elegancia y siendo escuela y centro de toda cortesía. La más brillante antorcha de la moderna cultura se diría que siguió ardiendo en París y que desde allí iluminaba al mundo y atraía amorosamente a las almas.
Engalanados todos, según su clase y facultades, como en días de fiesta; nuestro adolescente, ardiendo en amor, suplica á sus padres que le preparen el tálamo nupcial, y logra al cabo los tan deseados lazos. V. la notable descripción, que acerca de la civilización de este período, se halla en el Elogio de la reina Isabel, de D. Diego Clemencín.
No pudiendo ya resistir aquella inquietud, se despertó y se dio cuenta al punto de que tenía dolor de muelas. Entonces era un dolor franco y claro, muy violento, un dolor agudo e insoportable. Y no se podía ya comprender si lo que le dolía era la muela de la tarde anterior o las demás contiguas a ella. Toda la boca y toda la cabeza le dolían, como si estuviese mascando millares de clavos ardiendo.
8 Mas a los temerosos, e incrédulos, a los abominables, y homicidas, a los fornicarios y hechiceros, y a los idólatras, y a todos los mentirosos, su parte será en el lago ardiendo de fuego y de azufre, que es la muerte segunda.
"¡La Maya está ardiendo!", se gritaba por todas partes; y era desgarrador el espectáculo que ofrecían los pacíficos habitantes de San Luis, muchos de los cuales tienen parientes y amigos en el pueblo incendiado. Los infelices asaltaron la oficina del telégrafo, y con súplicas y amenazas pedían noticias de los seres queridos.
Mas si los dos al orbe prestan lumbre, los dos a un tiempo forman un tesoro. Poesía árabe. ¡Cuán dichoso es el árabe cuando, montado en su corcel, se lanza, desde las rocas en el desierto; cuando los pies de su bridón, sumergiéndose en la arena, levantan el mismo murmullo que el hierro ardiendo mojado en el agua!
Un día descubrió que el gallego se había puesto sus botas para ir a paseo; no quiso mejor ocasión, y ardiendo en cólera, le dijo a Miguel: «¿Sabes que el bribón de Manuel se puso ayer mis botas para irse a tunantear por las tabernas?... ¡Pero no se ha de reír de mí ese jayanote indecente!... Ahora vas a ver, barájoles.» Y le llamó desde su cuarto.
Súpose más tarde que había ido a Inglaterra a comprar fusiles, que hizo un alijo cerca de Guetaria, que vino disfrazado a Madrid y pasó a la Mancha y Andalucía en el verano del 73, cuando la Península, ardiendo por los cuatro costados, era una inmensa pira a la cual cada español había llevado su tea y el Gobierno soplaba. ii
Con estos dos famosos me enemisto, Que haviendo levantado á la poesia Al buen punto en que está, como se ha visto: Quieren con perezosa tirania Alzarse como dicen á su mano Con la ciencia que á ser divinos guia. Por el solio de Apolo soberano Juro ... y no digo mas: y ardiendo en ira Se echó á las barbas una y otra mano.
Hay instantes en que resulta grosera la más delicada voluptuosidad: amar sin deseo es peor que comer sin hambre. Anda dijo ella, tragándose el salado amargor de las lágrimas ; confiesa que no vuelves..., que te has cansado de mí. Entonces él no pudo más, y mintió por salir del atolladero, exclamando: ¡No he de volver! A esta frase se agarró ella como a clavo ardiendo.
Palabra del Dia
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