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Actualizado: 19 de mayo de 2025
No sé... porque, como, lo repito, no he amado nunca, no sé si es posible que se ame así como vos decís, tan pronto. ¿Cuánto tiempo tarda en arder la leña seca? ¡Ah! El tiempo que tarda en acercarse á ella el fuego. Pero la llama dura poco... Pero cuando acaba ha consumido la leña. ¿Y vos sois... leña seca...? yo os creía leña verde. Os engañáis.
Y ¿quién sabe si esta ambición que me devora no es más que una forma impropia de otra pasión más noble? Este fuego, ¿no podrá arder para un afecto más alto, más digno del alma? ¿No podría yo abrasarme en más pura llama que la de esta ambición? ¡Y qué ambición!
Después, y sucesivamente, fué pasando por los estados de rematante de la carne, de los artículos de beber y arder, de tratante en paños y bayetas, recaudador de contribuciones, síndico del ayuntamiento, administrador de correos, alcalde y no recordamos si algún otro cargo más.
Después algunos hombres feroces, vestidos también con diabólico uniforme, le ataban fuertemente de pies y manos, le acercaban á la hoguera, le echaban en ella. En un momento de súbito é indescriptible horror sintió arder rechinando sus cabellos, consumidos en un segundo; sus ropas en otro segundo.
Tomaba asiento al lado de la dama con una cara larga, larga, que no daba idea cabal de la pasión que debía arder en su pecho. El maestrante había hecho poco caso de aquellos apartes, de las preferencias y las sonrisas insinuantes de su esposa. Les miraba con ojos distraídos, sin venírsele a la mente ninguna sospecha, preocupado enteramente con la verdadera pista.
Aquella noche se habían dado cita todas las flacas de Peñascosa. Mas hete aquí que cuando empieza a arder la primera rueda de pólvora, columbra no muy lejos a la fresca D.ª Teodora, al sueño constante de su existencia, más radiante y más lozana que nunca, con sus cabellos blancos y sus mejillas rosadas de cutis terso y brillante. Verla y emprender la marcha hacia ella fue todo uno.
Unas veces el sol hacía arder el suelo, levantando ante el paso del transeúnte nubes rumorosas de moscas; otras, los charcos de las rarísimas lluvias obligaban á los habitantes á marchar con agua hasta la rodilla para ver al vecino de enfrente. Según avanzaba Watson entre las dos filas de viviendas, fué encontrando á los principales personajes del pueblo.
ARR. ¿Sólo hablar? ¿Qué te dijo? ALARA. Que si hubiera Sabido que era mujer Tuya, se dejara arder Primero que me escribiera. ARR. Mas, paso, di la verdad, Perra, que te mataré. ALARA. ¡Ay, que me matan! NARV. ¿Podré, Nuño, sufrir tal crueldad? NU
Al subir otra vez por la escalerilla, volvió a sobrecogerla el fragor de un trueno más hondo, poderoso y cercano que los anteriores. ¡Era preciso encender la vela del Santísimo y rezar el Trisagio! Así lo hicieron al punto. La vela fue colocada sobre la cómoda de Nucha: un cirio bastante largo aún, de cera color de naranja, con muchas lágrimas y un pábilo que chisporroteaba y no acababa de arder.
La lamparilla no quería arder, su resplandor vacilante luchaba contra las sombras que bailaban sin interrupción en la cama y en las paredes. Frente a mí pendía la corona de yedra, negra y puntuosa; parecía una corona de espinas. Eran más o menos las diez, cuando Marta se puso a delirar.
Palabra del Dia
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