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Actualizado: 21 de junio de 2025
El Magistral abrió entonces su balcón de par en par y tendió el cuerpo sobre la barandilla, hacia la casa de Barinaga, pretendiendo oír algo. Al principio parecía aprensión lo que oía, como si sonara dentro del cerebro... pero después, cuando se vio luz detrás de los cristales, el Magistral pudo asegurar que allí dentro reñían, arrojaban algo sobre el piso de madera....
Ana tuvo aprensión de que olía a incienso el blanquísimo gato; de todas maneras, parecía un símbolo de la devoción doméstica de doña Petronila.
Sin embargo, esta tierna precipitación no se avenía, por cierto, con su actitud subsiguiente, tan llena de silenciosas reticencias, ni menos con la enigmática aprensión con que había rehuido su caricia. ¿Eran desigualdades de su carácter, simples rarezas, como ella decía? Se sorprendió de no haber puesto la atención, hasta entonces, en la manera casi hostil con que le trataba Raquel.
No pasó el 22 sin que a ratos revelara con hondos suspiros una aprensión muy grave. Por San Juan ya los ratos de tranquilidad eran los menos, y la marquesa anunció a su amiga, confidencias muy desagradables. Esta se asustaba oyendo tales augurios, y veía venir una nube más negra y tempestuosa que la pasada.
No se le ocultaba que el lance había sido provocado por Tristán a causa de sus ridículos celos, y aunque amaba ciegamente a su marido su conciencia no podía menos de sublevarse contra tal barbarie, contra una injusticia tan notoria. Aquel desenlace trágico la llenaba de confusión y de terror. ¿Qué hombre era éste que por una estúpida aprensión llegaba a dar muerte a un chico inocente?
Ana pasaba horas y más horas en la soledad de su caserón: a su lecho llegaban los ruidos lejanos de la calle apagados, como aprensión de los sentidos. Allá abajo, en la cocina, quedaba Servanda, y a veces Petra. Anselmo silbaba en el patio, acariciando un gato de Angola, su único amigo.
Contuvo una sonrisa al estirar sus robustos miembros. Cuando, desde la víspera por la tarde, había aspirado sin tregua a encontrase con ella, se sentía invadido, en el momento de volver a verla, por una especie de aprensión singular.
Frecuentemente, cuando uno dice que es gallego, nota en el auditorio un deseo así como de contestarle: ¡Hombre, no! Eso será una aprensión de usted... Conmigo nadie ha llegado a este extremo; pero a veces me han dicho: ¿Gallego? Pues nadie lo creería. No se le nota a usted nada, ¿verdad?
Fortunata no pudo comprender el motivo de esto, y creyó que la oscuridad del velo le desfiguraba la realidad de la cara de su pareja. Volvió a mirar con disimulo, haciendo que se volvía para ahuyentar una mosca, y... ello podría ser ilusión, pero los ojos de Mauricia parecían dos ascuas. En fin, todo sería aprensión.
De donde se infiere claramente que habiendo sido el primer blanco y principal fin de sus Reales ánimos en tan gloriosa empresa la mayor honra de Dios nuestro señor y propagación de nuestra santa fe á que tan frecuente y liberalmente han concurrido con sus Reales haberes posponiendo la extensión de sus dominios á la de la Santa Iglesia, no nos podemos persuadir que cuando firmaron los presentes tratados se pudiese imaginar ni á mucha distancia prevenir que pudiese llegar el caso doloroso que ya estamos tocando en el peligro de que apostaten de la fe treinta mil almas que son las que hay en los siete pueblos, y que no sin fundamento temamos próximamente sigan el mismo errado camino sesenta y nueve mil trescientas treinta y nueve que están en los pueblos del Paraná, por saber están todos alborotados para salir á ayudar á sus paisanos en caso de guerra en que también habrán de dejarlos los Padres y por consiguiente resultará de la perdición de 100.000 almas cristianas un necesario escándalo para todo el mundo y más para los herejes que imprimirán en sus mercurios por la afrenta de la cristiandad que los ministros de los Reyes que siempre han tenido por timbre de sus Coronas estar bajo de las banderas de Jesucristo para defender y propagar su iglesia han abandonado la más florida cristiandad de los indios y aun obligado por el cumplimiento de sus tratados á la ruina eterna de 100.000 almas y dado con este destrozo ocasión á que innumerables almas de infieles que están ya á las puertas de la iglesia se retiren fugitivos y se recelen de los Misioneros confirmándose en el errado dictamen que tuvieron los indios Guaraníes en el principio de su conversión, creyendo que los Padres querían hacerlos cristianos para entregarlos después á los portugueses ó para hacerlos esclavos de los españoles, aprensión que no depusieron hasta que vieron que por su defensa murió á manos de sus enemigos del golpe de un balazo el V. P. Diego Alfaro que entonces era Superior de las Misiones.
Palabra del Dia
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