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Actualizado: 22 de junio de 2025
Representáronse también otras piezas suyas en el reinado de D. Manuel, aunque el período más brillante de su vida poética caiga en el de Juan III, tan aficionado á los dramas de Gil Vicente, que representó en algunos ciertos papeles. La fama del poeta voló por el extranjero, y Erasmo de Rotterdam aprendió el portugués, sólo con el objeto de leer en su lengua las obras de Gil Vicente.
Andando los meses, la niña sevillana aprendió a leer, y entonces el muchachuelo mejicano, que ya sabía escribir, la dedicó una carta para poner a prueba su destreza en la lectura, y en unos términos tan zalameros y dulzones, que se pegaban hasta de la vista.
Como el dinero escaseaba en casa y cada vez que se presentaba Agapo, era recibido con una lección de solfeo, no se atrevía él a ir y pasaba los días vagando, comiendo naranjas o un pedazo de pan duro, mojado en el cocido de alguna lavandera caritativa; a veces, por ganar algo, hacía changas en el muelle, llevando la maleta de algún viajero o vendía periódicos y fósforos, pero, decididamente, no servía él para el trabajo; un día le llevaron a la comisaría por desorden, y ya aprendió el camino, de tal modo, que rara era la noche que no dormía en duro banco, en compañía de borrachos y ladrones.
Verdad es que Cunegunda era muy fea, pero hacia excelentes pasteles; Paquita bordaba, y la vieja cuidaba de la ropa blanca. Hasta fray Hilarion sirvió, que aprendió con perfeccion el oficio de carpintero, y paró en ser muy hombre de bien. Panglós deeia algunas veces á Candido.
Allí hablan de un alemán, cuyo nombre no recuerdo porque es muy largo y muy revesado, del cual dicen que tiene ideas así como las tuyas. Y yo me dije: ¡vaya! sin duda que Rorró ha leído los libros de ese señor, y en ellos aprendió esas tristezas con las cuales me apena y me congoja. Pregunté a papá si esas obras están prohibidas, y me dijo que sí.
Era el Duque, en efecto; y con él un robusto gañán a quien yo conocía y que más tarde aprendió a conocerme a mí más de lo que hubiera querido; era Máximo Holf, hermano de Juan el guardabosque y criado de Su Alteza. Se hallaban frente a nosotros; el Duque detuvo su caballo y vi que el dedo de Sarto acariciaba el gatillo de su arma.
Hay que advertir que el hijo de Murillo fué por ellas muy apasionado, sobre todo por la pintura, la cual aprendió teniendo tan gran maestro como su padre, y al decir de Matute, cultivó el arte por afición, imitando con mucho acierto el estilo del autor de sus días.
No se descuidó Arturo, aprendió cuanto hay que aprender y supo aprovechar las lecciones que le dieron; pero las lecciones salieron extremadamente caras. A los dos años de haber estado Arturo en Europa, había ya gastado a su padre, perdiéndolo al juego o en obsequio de las ninfas, cerca de 400 millones o contos de reis.
Aprendió entonces a merodear de noche en los ranchos vecinos, avanzando con cautela, las piernas dobladas y elásticas, hundiéndose lentamente al pie de una mata de espartillo, al menor rumor hostil. Aprendió a no ladrar por más furor o miedo que tuviera, y a gruñir de un modo particularmente sordo, cuando el cuzco de un rancho defendía a éste del pillaje.
Pero se repuso inmediatamente de esta impresión de desagrado. All right! Usted me enseñará el español y yo le perfeccionaré en el inglés. Se adivina que lo aprendió en Londres. Los americanos lo hablamos mejor; eso lo sabe todo el mundo.
Palabra del Dia
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