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Actualizado: 22 de junio de 2025


Para no llevar la lista de todas las personas a quien tenían que ver y estar consultando a cada paso lo que podía comprometerles, Bautista, que tenía magnífica memoria, se la aprendió de corrido; cosieron las letras entre el cuero de las polainas y por la noche se embarcaron. Entraron en el vaporcito de la Fleche en Socoa y se echaron al mar.

Verdad es que, cuando él tiene hambre, parece algo tragón, porque come apriesa y masca a dos carrillos; pero la limpieza siempre la tiene en su punto, y en el tiempo que fue gobernador aprendió a comer a lo melindroso: tanto, que comía con tenedor las uvas y aun los granos de la granada. ¡Cómo! -dijo don Antonio-. ¿Gobernador ha sido Sancho?

Rezó primero el Padre Nuestro, luego el Credo después muchas Salves y Ave Marías, cuanto aprendió de niña sin saber lo que significaba, y por último, buscando en las reconditeces de su alma acentos propios, inspirados en la magnitud de su desventura; dijo alzando los ojos y clavándolos en la estampa: «¡Señor! ¡Piedad, misericordia! ¡Que no se mueran estos niños! ¡Pan, nada más que pan!» Y dejando caer la cabeza sobre el asiento de una silla que tenía delante, permaneció en oración largo rato, hasta que el marido la llamó desde el jergón que les servía de cama, diciendo: Ven, hija, ven y trae cualquier cosa para arroparnos, que aquí no se puede parar de frío.

Y sacó el lazo por encima de sus hombros; pero al ver que el joven permanecía inmóvil, como si en su presencia perdiese toda iniciativa, le presentó la mano derecha con una majestad cómica: Bese usted, mister Watson, y no sea mal educado. Aquí en el desierto va usted perdiendo las buenas maneras que aprendió en su Universidad de California.

Así se vió Roger convertido no sólo en escudero del barón León de Morel, futuro capitán de la Guardia Blanca, sino en maestro de tres nobles doncellas, cargo este último en que jamás soñara. Pensando en ello y gozoso del cambio ocurrido en su suerte, resolvió no omitir por su parte esfuerzo alguno para complacer á sus bienhechores. DE CÓMO ROGER APRENDIÓ MÁS DE LO QUE

De este matrimonio nació el Tuerto de la buhardilla, quien al lado de su padre aprendió á tirar del remo, á aparejar sereña, á ser, en fin, un buen pescador.

Como «había proyectos sobre ella», al decir de su madre, interinamente la pusieron maestros de primeras letras y de música, con los cuales aprendió a leer mal, a hacer palotes muy torcidos y a solfear desastrosamente, por culpa, según dictamen del maestro, que era un italiano famélico, de su mal oído.

Pertenecía a una raza inteligente, apta para todo, hábil en todos los oficios y en todas las artes. Se aplicó tan bien, hizo tales progresos y aprendió tan pronto su obligación, que sus amos estaban muy contentos de él. La señora Chermidy le había recomendado que ocultase su religión y aun que renegase de ella si le interrogaban.

Después fue lacayo, y luego criado exclusivamente; más tarde, ayuda de cámara, y, por último, administrador de lo de adentro y de lo de afuera; porque era listo como una pimienta, previsor y complaciente hasta lo increíble, y en breve tiempo aprendió lo que no sabía para el delicado cargo que le iba a confiar el marqués. Llegó a pintar la letra y a sacar en el aire las cuentas más complicadas.

Tuvo que hacer esfuerzos inauditos para ponerse al nivel de los que habían principiado bien y pudo decirse que en aquel solo año aprendió los cinco de la segunda enseñanza. Hizo el bachillerato con gran contento de sus profesores que en los exámenes se mostraron orgullosos de él ante los jueces dominicos, allí enviados para inspeccionarles.

Palabra del Dia

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