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Actualizado: 16 de junio de 2025
Su blanco y sonrosado rostro, sus ojos azules y los rubios cabellos que coronaban su cabeza, cubierta de un lindo birrete de velludo blanco, por bajo del cual caían dichos cabellos en rizadas ondas de oro, casi hubieran dado al gentil extranjero la apariencia de una disfrazada andante damisela, si no hubieran mostrado que era muy hombre, la energía insolente de su mirar, su briosa apostura y el desahogo y la destreza conque manejaba y dominaba su fogoso caballo, que retenido por él hacía piernas, se encabritaba impaciente y tascaba el freno, cubriéndole de espuma.
Muy al contrario, la cara del general Castaños no causaba espanto a nadie, aunque sí respeto, pues los chascarrillos y las ingeniosas ocurrencias que le eran propias las guardaba para las intimidades de su tienda. Montaba airosamente a caballo, y en sus modales y apostura había aquella gracia cortés y urbana que tan común ha sido a nuestros Césares y Pompeyos.
Juan tenía mucha afición por su carrera y acostumbraba a vigilar cuidadosamente los tiros y guarniciones de las piezas, el equipo y apostura de sus hombres; pero esa mañana prestó poca atención a los pequeños detalles del servicio. Un problema lo agitaba, lo atormentaba, lo dejaba indeciso, y este problema era de aquellos cuya solución no se aprende en la escuela politécnica.
Forzoso es reconocer que su fisonomía estaba en perfecta consonancia con su apostura y su traje, y que no era fácil el imaginar facciones más elegantes que las de su rostro orlado de negros cabellos y negras patillas que le servían de marco y al que prestaba un carácter altamente distinguido la mate y juvenil palidez que lo cubría.
Morsamor y también Tiburcio reconocieron en el fraile abandonado a un antiguo colega del mismo convento en que ellos habían vivido, pero el fraile no reconocía a ninguno de los dos por más que maravillado los contemplaba. Se lo impedían el mágico remozamiento del uno y la gallarda e insolente apostura del otro, tan distinta de la humildad claustral que había afectado cuando era novicio.
En resolución, bien echó de ver el oidor que era gente principal toda la que allí estaba; pero el talle, visaje y la apostura de don Quijote le desatinaba; y, habiendo pasado entre todos corteses ofrecimientos y tanteado la comodidad de la venta, se ordenó lo que antes estaba ordenado: que todas las mujeres se entrasen en el camaranchón ya referido, y que los hombres se quedasen fuera, como en su guarda.
Retirado el puente, todo quedó tranquilo. El reloj dio la una y cuarto, y yo me desperecé, bostezando. Habían transcurrido diez minutos, cuando oí un ligero ruido a mi derecha. Miré por encima del tubo y vi una sombra, la vaga silueta de un hombre, en la puerta que daba al puente. Reconocí la gallarda apostura de Ruperto. Tenía una espada en la mano y permaneció inmóvil algunos momentos.
Sonreía la enferma, sonreía tía Pepilla, y yo me paseaba por la estancia, afectando la gallarda apostura de un jinete admirable. Una hora después salía yo de la casa del señor Fernández. Presenté la tarjeta del doctor y fuí recibido perfectamente. El hacendado me hizo pasar a su despacho, una pieza elegantemente ajuarada. En dos por tres quedamos arreglados. Le espero a usted el día quince.
Enseguida de éstos, aparecieron en la salona otros dos personajes de gran cuenta, que me impusieron mucho por su apostura y atalajes, tan diferentes de todo lo que se usaba por allí y de lo que a la sazón me rodeaba. Eran nada menos que el ilustre caballero don Román Pérez de la Llosía y su yerno don Álvaro de la Gerra. Iban desde Santander, donde residían, y habían hecho el viaje en dos jornadas.
Pez y Rosalía se suponían destacados elegantemente sobre aquel fondo de balaustradas, molduras, archivoltas y jarrones, suposición que, sin pensarlo, les compelía a armonizar su apostura y aun su paso con la majestad de la escena.
Palabra del Dia
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