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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Entonces fueron los otros los que prorrumpieron en aplausos, mientras los devotos elevaban los ojos al cielo. ¡Hasta sobre las aguas se mostraba la impiedad de la villa!... Frente á un grupo peroraba un hombre de aspecto miserable, con movimientos desordenados, como si fuese un loco. Aresti reconoció al Barbas. Lo de hoy no vale nada gritaba.

La música, los aplausos, las voces y el murmullo constante del café formaban un run run tan insoportable, que el buen D. Evaristo creyó que se le iba la cabeza, y que caería redondo al suelo si permanecía allí un cuarto de hora más. Decidió retirarse, descontento de no haber encontrado solo a Juan Pablo, pues delante del farmacéutico no podía hablar del espinoso asunto que entre manos traía.

Estaba tan satisfecho de haber hablado, que las lágrimas, la turbación, la emoción silenciosa y profunda de las dos mujeres, abrazadas y oprimidas una contra otra como queriendo formar una sola persona, me halagaban más que al orador elocuente los aplausos de la multitud y el delirio del triunfo. Las últimas palabras las solté como se echa fuera algo que nos ahoga.

Cayó a los pocos pasos, y el público púsose de pie a un tiempo, como si formase una sola pieza y lo moviese un resorte poderoso, estallando la granizada de los aplausos y la furia de las aclamaciones. ¡No había un valiente en el mundo igual a Gallardo!... ¿Habría sentido miedo alguna vez aquel mozo?...

Aclámale por tu rey, aclámale por tu califa, aclámale por tu Dios sobre la tierra: nadie como él puede vengar ahora tus ultrajes; nadie sino él levantarse como la sombra de los Abd-el-rhamanes á la vista de tus enemigos. Entró Yahhyay en esta ciudad sin la menor resistencia y entre los mismos aplausos que la vez primera. Su principal cuidado fue restablecer el orden.

Los alguaciles, que eran dos marqueses, marchaban delante montando briosos caballos y haciendo piernas con ellos. Gran tempestad de aplausos al verlos aparecer: los muchachos se presentaban vestidos de chulos con ricas capas sobre los hombros, imitando perfectamente en el modo de andar el aire y el contoneo peculiar de los toreros.

Acostose sin cenar casi, ni hablar con nadie; permaneció largo rato sentada en la cama, tardó mucho en desnudarse, lloró sin saber por qué, se le olvidó rezar y, por fin, al deslizarse entre las sábanas sintiendo las frías caricias del lienzo, tornó a sus pasadas ilusiones, antojándosele que el ruido de los coches que pasaban por la calle era estrepitoso rumor de aplausos y que las voces de los vendedores de periódicos eran bravos frenéticos.

Miraba los recortes de papel impreso, muchos de ellos amarillos ya por el tiempo, y pasaba ante sus ojos la visión de teatros llenos de elegantes descotes y pecheras rígidas y brillantes como corazas; ambientes caldeados por la luz y el entusiasmo, donde centelleaban ojos y joyas, y en el fondo, con su casco y su lanza, ella, la walkiria dominadora, saludada con aplausos y gritos de admiración.

En el ofertorio se levantaron todos los hermanos, trayendo cada uno su ofrenda á la Reina de los Angeles; unos callados, otros recitando versos, otros cantando, y hubo un joven, que obtuvo los mayores aplausos, el cual, representando el personaje de un mudo y accionando y gesticulando para que la Virgen concediera á todo el pueblo salud y abundancia de pan, de vino y ganados, lo expresó con sus movimientos tan viva y elocuentemente, que con mayor claridad y distinción no hubiese dado á entender con palabras sus pensamientos. ¿Qué no hubiese hecho, si desde su niñez lo enseñaran maestros idóneos?

Ahí tienen ustedes el Gobierno de don Juan Manuel Rosas con facultades extraordinariasUna lluvia de aplausos siniestros y amenazadores ahogaba la voz del osado catedrático.

Palabra del Dia

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