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Actualizado: 19 de junio de 2025


Es Lescoët que llega, capitán; el bote que le conduce ha estado a punto de dejarse abordar, y lo hubiéramos aplastado como una cáscara de nuez, si no hubiese hecho virar sobre estribor respondió Zeli. El rezagado, que había saltado ágilmente a bordo, se acercó con aire confuso a Kernok. ¿Por qué has tardado tanto?

Ya no era su fisonomía enteramente la de un perro ratonero como de niño; había mejorado un poco; no mucho; la mejoría principalmente consistía en que andaba más limpio, sin mocos en las narices, ni repegones en las mejillas; aquel pelo indómito había conseguido, a fuerza de pomadas y cosméticos, domeñarlo, y lo llevaba aplastado sobre las sienes como los chulos.

Quedó indeciso el matón, como aplastado por la arrogancia del joven, y antes de que pudiera reponerse de la acometida, añadió Fermín dirigiéndose a Luis: ¿Y eres ese que se cree tan valiente?... ¡Valiente, y vas a todas partes con un acompañante, como los niños de la escuela! ¡Valiente, y ni para hablar a solas con un hombre te separas de él! Merecías llevar calzones cortos.

Tuve que cerrar por un momento los ojos, deslumbrado. ¡Estaba tan hermosa! ¿Estás contento? me dijo, con una mirada tierna y sumisa. Su rostro, al sonreírse, parecía una máscara de mármol. Entonces me sentí aplastado por la felicidad y por la conciencia de mi falta.

Los animales sabían su obligación; se dejaban coger por el Mosco, y empujados por él, agarrábanse muro arriba, se mecían un momento sobre el borde, con el vientre aplastado, y dejábanse caer en la parte opuesta, sin otro choque que un ruido ligerísimo de hojas secas. Maltrana se sintió cogido por las piernas e izado, al mismo tiempo que el Chispas, inclinándose, le agarraba por los brazos.

Si a me dicen esto, ahora dos meses, no lo creo, no, señor, me río; pero, ¿quién podía soñarlo? En el ansia de ganar, de ganar mucho, de ganar siempre, no mirábamos para atrás, ni para arriba, y así se nos ha caído la casa encima y nos ha aplastado.

Con los fusiles y los pies empujaron los cadáveres, todavía calientes, que dejaban á cada volteo un rastro de sangre. Apenas quedó abierto algo de espacio entre ellos y el muro, pasó adelante el vehículo... Un crujido, un salto. Las ruedas de atrás habían aplastado un obstáculo frágil. Desnoyers continuaba en su asiento, encogido, estupefacto, cerrando los ojos.

Después que la tía Quica depositó majestuosamente sobre la mesa sus regalos, la señora, como compensación, metió en su cesta la media docena de pasteles que Miss había aplastado en su caída, y además le dio un duro, no sin antes luchar con la labradora, que juraba y perjuraba que nada quería, mientras en sus ojos brillaba la codicia.

Todos reían sus refranes, los términos rebuscados y raros de su expresión, sus consejos dichos en tono campanudo; y el viejo aceptaba el irónico elogio de los señores con la simpleza del campesino andaluz, que aún parece vivir en la época feudal, siervo del amo, aplastado por la gran propiedad, sin esa independencia enfurruñada del pequeño labrador que tiene la tierra por suya.

Luego surgía de su lecho, flotaba unos minutos y caía pesadamente en el fondo, abriéndose una nueva fosa con sus nadaderas pectorales en forma de palas. El llamado peje-sapo el animal más feo del Mediterráneo cazaba de igual modo. Las tres cuartas partes de su cuerpo aplastado eran la cabeza, con una boca no menos grande armada de ganchos y cuchillos encorvados.

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