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Estaba Sabel fresca y apetecible como nunca, y las floridas carnes de su arremangado brazo, el brillo cobrizo de las conchas de su pelo, la melosa ternura y sensualidad de sus ojos azules, parecían contrastar con la situación, con la mujer que sufría atroces tormentos, medio agonizando, a corta distancia de allí. Hacía tiempo que el marqués no veía de cerca a Sabel.

Quizá con tanta impaciencia andaba mezclada buena parte de envidia. ¡Qué apetecible y deleitoso sueño; qué calma bienhechora! Era el suelto descanso de la mocedad, de la doncellez cándida, de la conciencia serena, del temperamento rico y feliz, de la salud.

Semejante actitud no podía definirse, ni expresarse apenas. Julián se refugió en su cuarto, adonde hizo subir, medio arrastro, al niño, para la lección acostumbrada. Así como así, el invierno había pasado, y el calor de la lareira no era apetecible ya. En su habitación pudo el capellán notar mejor que en la cocina la escandalosa suciedad del angelote.

La toma de hábito de la señorita de Elorza, aunque esperada desde hacía algún tiempo, no por eso dejaba de impresionar profundamente. ¡Una joven tan rica, tan bella, tan lisonjeada por todo lo que el mundo tiene de risueño y apetecible! Interminables comentarios se hacían por aquellos días en las tertulias de las tiendas. ¿Pero no decían que estaba ya arreglada la boda con el marquesito?

La vida es un bien: todo bien es apetecible: luego la vida es apetecible. Aquí la mayor es la segunda proposicion, porque contiene el mayor extremo, y facilmente se puede mudar la colocacion en esta forma: Todo bien es apetecible: la vida es un bien: luego la vida es apetecible.

Yo conceptuaba como la mayor gloria apetecible esta victoria mía por la fraternidad cristiana, y esa sumisión tuya por la gratitud. Ahora, cuando parece que recobras tu salud perdida y tu libertad, ¿qué harás? Desde el momento en que yo me aleje, tu soledad será espantosa. ¿Irás a la guerra? No lo creo.

Y sin descender del lecho, sobre las sábanas tibias, levemente mecida por los muelles del colchón al incorporarse, rezaba, toda de blanco, sumidas las rodillas redondas y de raso en la blandura apetecible. Rezaba, y a veces en el entusiasmo de su fervor religioso acercaba el rostro al Cristo inclinado sobre la cabecera, y besaba las llagas de la imagen llorando a mares.

Había bastado que las gentes lo celebraran por una hora, para que aquella muchacha fuese en su busca a impulsos del insaciable y veleidoso deseo. El discurso de la fiesta y la aventura del tiro hacían de él un hombre interesante, un héroe apetecible, y allí estaba Nélida junto a él, con los ojos húmedos, una sonrisa de adoración y la lengua paseándose ávida sobre el rosa de los labios.

Hay el hombre que cifra todo su éxito en el apellido heredado y cree que su nombre procérico basta para lograr la más apetecible conquista. Con éste el «no» tiene que ser histórico. La mujer debe decirle, siempre de una manera muy fina, que hubiera preferido a su antepasado.

Pero ¡qué demonios puede usted hallar en ella de apetecible hasta ese punto! exclamé entonces, verdaderamente asombrado. Lo que no hay en lo otro me respondió al instante. Pues no lo entiendo concluí. Ni es fácil me dijo muy sosegadamente , desde el punto de vista de usted, tan diferente del mío.