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Actualizado: 21 de junio de 2025


El marqués se encaró con la moza. ¿No tengo dicho que no quiero aquí pendones? Y ella contestó apaciblemente, colgando el candil en la pilastra de la chimenea: No hacía mal..., me ayudaba a pelar castañas. Tal vez iba el marqués a echar la casa abajo, si Primitivo, con mayor imperio y enojo que su amo mismo, no terciase en la cuestión, reprendiendo a la muchacha.

Esta vez no me reí, sino que entré decididamente en la iglesia. Vi muchos santos pintados o de escultura, y, ¡cosa singular!, parecióme que todas las imágenes sonreían apaciblemente. La iglesia era modesta, blanca, obscura. En los lustrosos bancos se sentaban algunas señoras de edad.

Que me hace falta leche, una vaca humana, ¡zas!, si no quieres dar de mamar de grado a mi chiquillo, le darás por fuerza. Pero le estoy escandalizando a usted. Usted no piensa como yo, de seguro, en cuestiones sociales. No señor; no me escandalizo contestó apaciblemente Julián . Al contrario.... Me dan ganas de reír porque me hace gracia verle a usted tan sofocado.

Su vida uniforme y campestre estaba en armonía con los gustos modestos y el temple suave y pacífico de su alma. Por otra parte, la monotonía no carece de atractivos. Una existencia siempre igual es como el hombre que duerme apaciblemente y sin soñar; como las melodías compuestas de pocas notas, que nos arrullan tan blandamente.

La imagen transfigurada de Marta le sonreía apaciblemente desde arriba y lo bendecía, y, como una flor brotada de su tumba, la dicha parecía abrirse de nuevo para él. Las torres de la pequeña ciudad se acercaban progresivamente; se destacaban cada vez más detrás de los bosques de alisos. Un cuarto de hora después, el carruaje rodaba en la calle mal pavimentada.

Yo no entiendo estas palabras: «eternidad», «infinito», «vida», «muerte». Sin embargo, nos explicamos con ellas; nos explicamos sin entendernos, y esto es precisamente lo más entretenido de la vida. Y así vamos, apaciblemente, acercándonos a un fin desapacible. Todo esto me lo sugirió la lectura del místico flamenco, al cual debí, durante algunas horas, un verdadero estado de gracia.

Tan turbada como yo, intentó distraerme cantando una de esas melodías que tantas veces habían encantado nuestras veladas. Era ¡podría olvidarlo jamás! Era así: «Clara y Paulino veían transcurrir apaciblemente sus días, y veían florecer su juventud y sus amores. Nada, en apariencia, podía separarlos, y se aproximaba el acontecimiento alimentado por su esperanza.

Creyendo necesario ponerme en antecedentes, me dijo que estos tales amigos se hallaban una tarde en el café de Levante platicando apaciblemente con él y otros varios, y que habiendo girado la conversación sobre varios temas, vino a parar, como tal vez solía acontecer, a los toros, y que haciendo uno el panegírico acabado de la plaza de Valencia, notable por su amplitud y solidez, otro manifestó inmediatamente que la tal plaza era un patio de vecindad comparada con la de Córdoba, a lo cual replicó el primero que mirase bien lo que decía, porque la plaza de Valencia tenía fama en todo el orbe.

Evidentemente, era mi sangre que pasaba con impetuosidad por mis venas. «¿Por qué no circula apaciblemente como de costumbre me pregunté, y como lo exige mi gran resolución? ¿No he extirpado de mi corazón con todas sus raíces la idea de un crimen? ¿No lo he purificado con ayuda de mil fuegos? ¿No estoy aquí para desempeñar el papel de sacerdotisa, de sacerdotisa inaccesible al deseo, pura y bienhechora

No tenía consuelo desde la muerte de su esposo y se extinguió apaciblemente, sin una queja. Se hubiera dicho que no podía vivir sin las injurias con que su marido la había colmado diariamente durante veintitrés años. Desde entonces los dos hermanos se quedaron solos en el molino. Nada extraño era que se uniesen más estrechamente aún, que tratasen de confundir sus existencias.

Palabra del Dia

rigoleto

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