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Actualizado: 21 de junio de 2025


Viéndose requerida de amores los aceptó cual si temiera ser cruel no siendo agradecida, y luego las palabras dulces, las promesas cariñosas, fueron invadiéndole apaciblemente el espíritu, como algo inesperado, pero natural y espontáneo, que llegada su hora le florecía: en el alma, y comenzó a recrearse en ello y gozarlo, saboreándolo a modo de un bien supremo, legítimo y honesto, sin irritarlo con estímulos de la impureza, ni envilecerlo con perversiones de la imaginación.

Se llevaron de allí a su desconsolado esposo, incapaz de sobrellevar el peso del dolor. Yo corrí a abrazar, en su cuna, a su pobre hijo Carlos, que estaba durmiendo apaciblemente, bien ajeno de comprender que acababa de experimentar una pérdida que algún día sentirá de todo corazón. Alfonso quedó solo en la casa, para cuidar de que se cumpliesen los últimos deberes para con su hermana.

Llegamos á su pueblo de improviso: salieron de sus casas á recibirnos de paz con sus arcos y flechas; pero levantándose pendencia entre ellos y los Cários, disparamos la artilleria, matando mucho número: cautivamos cerca de 2,000 muchachos y muchachas, saqueamos el pueblo, y ejecutado lo referido, con gran injuria de aquellos pobres indios que tan bien nos habian tratado, volvimos al Adelantado, que aprobó lo hecho; y viendo la mayor parte de su gente enferma y flaca, y la poca aficion que le tenian, se volvió con ella, por el rio Paraguay, á la ciudad de la Asumpcion, donde le repitieron las calenturas, y en catorce dias no salió de casa, mas por soberbia que por su enfermedad: tratando mal y con poca decencia á los soldados, que debiera tratar apaciblemente; dando sin aspereza las órdenes, respondiendo á todos con mansedumbre, haciéndoles creer que era mas prudente y virtuoso que los súbditos.

Tal es el sentimiento que experimentamos al contemplar alguna belleza tranquila y majestuosa del cielo y de la tierra, un planeta que brilla apaciblemente, un rosal en plena floración o bien la bóveda formada por los árboles encima de un sendero silencioso. Los ojos azules, muy abiertos, miraban los de Godfrey sin ninguna timidez ni signo de reconocerle.

Parecía ella nacida para andar, con su pasito sosegado y firme, por aquellos vastos salones, para jugar apaciblemente detrás del recio balconaje apoyado en el escudo y para abismarse en el jardín penumbroso, entre arbustos centenarios y divinas flores pálidas de sombra.

Ello es que la fiesta en la huerta fue apaciblemente divertida: se habló de flores, de frutos, de injertos, de plantaciones y de otras mil cosas relativas a la labranza, luciendo Pepita sus conocimientos agrónomos en competencia con mi padre, conmigo y con el señor vicario, que se queda con la boca abierta cada vez que habla Pepita, y jura que en los setenta y pico de años que tiene de edad, y en sus largas peregrinaciones, que le han hecho recorrer casi toda la Andalucía, no ha conocido mujer más discreta ni más atinada en cuanto piensa y dice.

Palabra del Dia

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