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Actualizado: 12 de noviembre de 2025
El tiempo estaba hermosísimo y convidaba a gozar de la apacible amenidad del Retiro. Empezó la dama sus paseos matutinos con Isabelita y el pequeñuelo, y desde el segundo día se les agregó el señor de Pez, que padecía de rebeldes inapetencias.
Clementina le arrastraba sujeto a su carro, le exhibía en todos los salones sin desdeñarse de él. Porque nuestro joven, de figura delicada y elegante, de carácter apacible y clara inteligencia, se hacía simpático dondequiera que entraba. A nadie le importaba gran cosa si era rico o pobre, noble o plebeyo. Aurelia le acompañaba algunas veces, pero siempre contra su gusto.
La encuentra sentada a la ventana, con una tela blanca sobre las faldas. Está pálida y fatigada, pero ilumina sus facciones la melancolía apacible que es propia de los convalecientes. Tiende la mano a Juan con una sonrisa. ¿Cómo estás? pregunta él dulcemente. Bien, como ves responde ella mostrando la tela blanca. Ya estoy pensando en el baile. ¿Qué baile? pregunta él con admiración.
La hembra lleva en su vientre el fruto de sus amores nueve meses. Su leche agradable, un poco azucarada, tiene la tibia pastosidad de la leche de mujer. Mas, como debe cortar constantemente la ola, si tuviera las mamas colocadas sobre el pecho, expondría al pequeñuelo á chocar constantemente; por lo tanto están un poco más bajas, en sitio más apacible, en el vientre de do salió.
A la tenuísima vislumbre de un amanecer apacible siguieron la estrecha senda del jardín que daba acceso a las caballerizas, en las que a favor de un farol pequeño y sucio el caballerizo ensillaba los caballos que un muchacho rasqueteaba previamente.
Con gente acompañado, y pecho fiero A la junta ha venido Condurillo, El viejo Tabobá, gran carnicero, Tambien alegre viene con su aillo: Marucaré, su antiguo compañero, Procura con sus fuerzas de seguillo Con toda la demas canalla fiera, Que vive por la Sierra, y Cordillera. En un prado apacible y muy ameno, Ibitupue tenia aparejado, De flores olorosas todo lleno, Y de muy frescas aguas rodeado.
Sonaba también de vez en cuando algún balcón que se abría con estrépito ó la voz de una mujer que mandaba á su hijo á la escuela, ó los chillidos penetrantes de los niños que jugaban en la calle. Envolviendo todos estos ruidos de un modo vago y misterioso, percibíase el lejano rumor de un río que no corría muy apacible. Indudablemente no estamos en el campo, pero tampoco en la ciudad.
Catalina, al ver las sombrías techumbres, los viejos cobertizos, los establos, toda aquella antigua morada donde había pasado su juventud, donde se había deslizado la apacible y laboriosa existencia de su padre y de su abuelo y que ella iba a abandonar quizá para siempre, experimentó una angustia terrible; pero nada dijo, y saltando del trineo, como en otras ocasiones cuando volvía del mercado, exclamó: Vamos, Luisa; por fin nos vemos otra vez en nuestra casa, gracias a Dios.
La menor, la del vestido de percal, era más alta; parecía tener cuatro o cinco años menos que la otra, diez y ocho a lo más; era blanca y rubia, y con ojos azules, y propiamente semejaba un ángel. No reía tanto como la mayor, y se mostraba más seria y menos desenvuelta. Tenía singular expresión de dulzura, serenidad y apacible contentamiento.
El valle que se extiende entre el Muotta y el lago de Zug, encerrado por los montes Mythen y los que corresponden al grupo del Rigi, es gracioso y apacible, levantado hácia la mitad por los derrumbes de Goldau y algunas lomas pedregosas.
Palabra del Dia
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