Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 11 de septiembre de 2025
Hoy he subido a los altos del castillo con el objeto de hacer una visita a una anciana soltera de ochenta años, que vive gracias a una corta pensión que le han dejado y a haberle cedido, sin pagar retribución alguna, una pequeña habitación bajo el tejado del edificio. Vive en compañía únicamente de una gallina dócil como un perro. Esta viejecita se llama la señorita Felicidad.
Todo, en efecto, parecía justificar sus temores. Los guerrilleros, muy inferiores en número, retrocedían. No tardó en producirse un remolino en el que se mezclaban los adversarios; los cosacos, franqueando el muro, llegaron al sendero, y un lanzazo, hábilmente dirigido, ensartó el moño de la anciana, quien sintió el hierro frío deslizarse hasta su nuca.
La anciana sonrió dulcemente, y salió del comedor. A poco apareció en la puerta, mostrándome la carta deseada. ¿Qué me das por esto? Un abrazo. ¡Es poco! Un beso. Es poco. Pues entonces, ¿qué quiere usted? ¡Tu cariño! ¡Tu cariño, muchacho, que con eso me basta! La señora llegó hasta mí, me abrazó, me acarició dulcemente, y puso delante de mí la carta de Linilla, diciéndome: ¡Ay, Rorró!
Algo ha pasado que te apena.... Tú padeces.... ¡Habla, Rorró, habla por Dios! ¿Con quién has de quejarte si no es con nosotras? ¡Nada, tía, nada!... He dormido toda la tarde, y la modorra me tiene así. ¡Vamos a la mesa! Salté de la cama, ofrecí mi brazo a la anciana, y paso a paso nos dirigimos al comedor.
Después me preocupé de obtener algunos datos sobre su padrone. La anciana me dijo todo lo que sabía, que no es mucho. Tiene la costumbre de llegar inesperadamente, por lo general de noche, y permanece uno o dos días, pero jamás sale a la calle en plena luz del día. No sabe dónde vive cuando está ausente. Con frecuencia llegan cartas para él con estampillas inglesas, y ella se las guarda.
Yo el mejor día me iré también, y no quiero que a la hora de morir me atormente la idea de que por culpa nuestra has perdido un bienestar que nosotras no podemos darte.... La voz de la anciana iba siendo más débil cada día, y a la menor emoción se le apagaba hasta hacerse imperceptible. Para calmar a la enferma y dejarla tranquila le dí un abrazo y la besé en la frente.
Pero, vamos, hijo mío: ¿por qué engañar a tantas, por qué engañar a tantas antes de fijarse en aquella que ha de ser su esposa? El amor no es un juego; con el amor no hay que jugar. Es cosa muy seria. Para una persona de buenos sentimientos y de alma noble y elevada, no hay más que un amor, sólo uno. En la vida no se ama de veras más que una vez. La voz de la anciana se iba poniendo trémula.
Empuje usted por su lado y prometa ser tan siquiera regular. Pues por prometido no quedará.... Tía Roma déjame... déjame sólo. No quiero ver á nadie. Me entiendo mejor solo con mi afán.» La anciana salió gimiendo, y D. Francisco, puestas las manos sobre la mesa, apoyó en ellas su frente ardorosa.
Como hemos dicho, tenía la costumbre de ir a casa del conde de Mengis los martes, jueves y sábados, para acompañarle a visitar a Antoñita; costumbre que había acabado por hacerse muy agradable a la anciana condesa. Amaury recibiole no solamente con frialdad, sino con altanería.
Al día siguiente, bastante temprano, la señora de Montauron mandó llamar a su sobrino, y cuando éste se presentó a la baronesa, acababa la anciana señora de tomar el desayuno. ¿No mal de salud, tía, me parece?
Palabra del Dia
Otros Mirando