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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Y así como recientemente, después de una de estas batallas, la mayoría de los españoles se hizo partidaria furiosa de los derechos individuales, entonces se hizo partidaria del Alcorán de Mahoma. Poco duró el dominio del extranjero en nuestra tierra. España se declaró independiente de los califas de Damasco y eligió rey para sí. El primer Abderramán fue el D. Amadeo de entonces.
Mucho sorprendió a Relimpio, cuando se acercó al lecho conyugal, ver a su cara mitad todavía despierta. «¿Estás en vela, chica? le dijo quitándose su gorrete . Acabo de leer el periódico... ¡Qué cosas pasan! ¡Cómo marean a ese pobre señor! Yo sigo en mis trece; sostengo que D. Amadeo es una persona decente. Déjame en paz. ¡Contenta me tienes!
Y con su abanico de plumas señalaba la fiel partidaria de los Borbones el lacito azul y blanco que, una vez desechada la Secretaría particular de don Amadeo, aparecía también en el frac de Juanito Velarde.
Corroborábase la noticia de que don Amadeo había huido a Lisboa con su familia, y el telégrafo transmitía los nombres de los individuos que formaban el primer ministerio de la recién nacida República. ¡De la Rrrepública española! exclamó el tío Frasquito quitándose el sombrero con burlesca solemnidad.
En aquellos tiempos, el repertorio de sus ideas se había enriquecido con una, muy firme, que no cesaba de manifestar en todas las ocasiones. «Nada, nada decía ; este D. Amadeo es una persona decente». Cuando el reloj dio las doce, retirose D. José, dejando La Correspondencia sobre la mesa, para que la leyera Melchor, que entraba siempre alrededor de las dos.
Que D. Amadeo, cansado de bregar con esta gente, tira la corona por la ventana y dice: «Vayan ustedes a marcar al Demonio». ¡Todo sea por Dios! exclamó Guillermina dando un suspiro y volviendo imperturbable a su trabajo. Jacinta pasó al salón, más que por enterarse de las noticias, por ver a su marido que aquel día no había comido en casa.
¿Pues de dónde sales tú, embajadorcillo?... ¿No has visto los partes?... Hoy por la mañana se ha largado Amadeo a Lisboa, diciendo: «Ahí queda eso.» Y a estas horas Figuerillas y el lorito de don Emilio estarán barriendo las calles de Madrid a cañonazos para instalar decentemente la República... Te desbancaron, chico, te desbancaron...
Por hacer que hacemos estaba allí cinco minutos, y salía triunfante. No era un ladrón, era un bibliófilo. La llave de Bedoya era la que el conserje había perdido. Don Amadeo era el don Saturnino Bermúdez de tropa.
En aquel mismo momento, don Carlos de Borbón, el pretendiente, llegaba rodeado de un Estado Mayor de generales carlistas y de algunos vendeanos franceses. Se leyó una alocución patriótica, y después don Carlos, repitiendo el final de la alocución, exclamó: Hoy dos de Mayo. ¡Día de fiesta nasional! ¡Abaco el extranquero! El extranquero era Amadeo de Saboya.
La cosa íbase formalizando; desde la caída de Amadeo no había entrado Martínez en Palacio, y su presencia allí en aquel momento, aunque fuera sólo como curioso, prestaba al acto de Jacobo una sanción pública que acrecía su importancia. El excelentísimo Martínez, mirando de reojo al ministro, manifestó deseos de conocerle; Currita no le dejó acabar.
Palabra del Dia
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