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Actualizado: 15 de junio de 2025
La fiebre de la caída de la tarde había disminuido; los sudores que inundan por las noches a los tísicos, no eran tan abundantes. El corazón de la enferma no tardó también en entrar en convalecencia. Su desesperación, su humor huraño y el odio a los que la amaban, cedieron la plaza a una melancolía dulce y benévola.
¿Necesito pintar el efecto que produjo esta carta en el atribulado matrimonio? Seguramente que no. Don Simón y su mujer podrían ser todo lo bestias que se quisiera para no comprender la inminencia de ciertos peligros en un carácter como el de Julieta; pero, al cabo, eran padres de ésta, y la amaban con delirio.
Porque aquellas diosas escuchaban la ferviente plegaria de los peregrinos que venían á postrarse al pie de su pedestal, inmóviles, frías, sin dignarse siquiera posar sobre ellos la mirada; porque aquellas diosas, como usted, no amaban á nadie. ¡Á nadie, á nadie! ¡Qué feliz me hace este pensamiento! Pero qué triste felicidad debe ser ésta, ¿verdad, condesa?
Recordó que su hermana vivía en Ateca con su familia, y formó su plan. Escribió dos letras y algunos días después Clara entraba en el pueblo con el corazón rebosando de alegría. Benéfica reacción se verificó en su salud, y su espíritu, tanto tiempo abatido por el fastidio y el encierro, se reanimó con el pleno goce de la Naturaleza y el trato de personas alegres que la atendían y la amaban.
?Como con este generoso interes por tus semejantes, puedes verte cargado de crimenes? cesa de decirmelo; ?un hombre capaz de un sentimiento tan tierno puede haber inmolado a su furor a sus enemigos? No, no, ijamas! he sido cruel con los que me amaban, con aquellos a quienes yo amaba. Jamas he dado un golpe a un enemigo sino en mi legitima defensa; pero iay! mis caricias eran fatales.
En la torre se tendió en su jergón y quiso dormir. ¡Solo!... Se daba cuenta de su aislamiento, rodeado de personas que le respetaban, que tal vez le amaban, pero al mismo tiempo sentían la irresistible atracción de unas alegrías sencillas, insípidas para él. ¡Qué tormento el de los domingos! ¿Adonde ir? ¿Qué hacer?...
Entretanto, él y ella habían ido trocando poco a poco las tintas ideales de sus alegorías, y buscando la comunicación de sus mutuos sentimientos por otros carriles más humanos, aunque menos pintorescos; se amaban a la manera de los mortales del mundo sublunar que se aman de veras, sin afirmarlo a cada instante, pero sin vacilaciones ni recelos, ni ansiedades locas ni exigencias ridículas.
Sólo a partir de aquel día, sólo cuando se vieron separados, comprendieron ambos jóvenes cuánto se amaban y hasta qué punto la intensidad de su afecto hacía que el uno fuese indispensable a la existencia del otro.
Bien quisto de sus compañeros por su condición noble y franca, y respetado también por virtud de sus puños formidables. Los caballeros de la villa le agasajaban a causa de su posición y la familia a que pertenecía; los marineros y demás gente del pueblo le amaban por su carácter llano y comunicativo. Después de graduado bachiller en Artes, permaneció en Sarrió tres años todavía sin hacer nada.
Algunos años antes se habían encontrado en el bosque, y desde entonces se amaban, en silencio y sin esperanza, como conviene a hijos de familias enemigas. Los Montescos y los Capuletos... ¿Se habían declarado ustedes su amor? No... pero se habían besado. ¡Ah!... ¿y después?
Palabra del Dia
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