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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Se ha quedado en el presidio con la cadena del penado. El Jacobo que te llevas no tendrá más que una preocupación en la vida, la de hacer olvidar á los que le aman las penas que les ha causado. Lo apruebo, dijo Cristián, porque es justo.

17 Yo amo a los que me aman; y los que me buscan me hallan. 18 Las riquezas y la honra están conmigo; sólidas riquezas, y justicia. 21 para hacer heredar a mis amigos el ser, y que yo llene sus tesoros. 22 El SE

Un instante nada más: lo indispensable para sacar del estudi el saquito de plata, producto de la cosecha. ¡Ah, buena Teresa! No era necesario que contuviese al marido, sufriendo sus recios empujones. Una barraca arde pronto; la paja y las cañas aman el fuego.

Un enamorado de estos de la turba multa, digámoslo así, de pensamientos levantados y cristianos procederes, al oír a su dama llorar cuitas como las que me has confiado, y al pedirle ella el consejo que me has pedido, tocaría el cielo con las manos; la negaría hasta el derecho de dudar en tal conflicto, porque entre la exigencia del tirano y los mandatos del amor, nunca vacilan los que bien aman, y acabaría la escena por decidirse ella a arrostrar el hambre, las mazmorras y aun la muerte, antes que consentir en ser de otro, y por jurarla él, viéndola tan firme y tan constante, que con los dientes sabría arrancar los clavos mismos de las puertas que la encerraran.

El protagonista del drama de Calderón es el famoso Alejandro Farnesio, duque de Parma, y el pensamiento fundamental de la fábula, que el Príncipe y su favorito Don César aman á la misma dama, intentando siempre el primero, instruído del secreto de los amores de ambos, evitar á todo trance la ocasión de que se vean, y de que lleven á cabo su resolución de huir juntos, aunque, después de algunos combates consigo mismo, deja la dama á su amigo.

Alfonso y su esposa, a la que considero, por su ternura y por su virtud, como una sexta hija; Cecilia y sus encantadores pequeñuelos, tercera generación de corazones que aman y que han de ser amados; y luego, aquellos que faltan y que me siguen como mi sombra sigue al sol poniente, cuando yo paseo y medito en estas soledades.

Los casos de la honra son mejores, Porque mueven con fuerza á toda gente: Con ellos las acciones virtuosas, Que la virtud es donde quiera amada; Pues que vemos, si acaso un recitante Hace un traidor, es tan odioso á todos Que lo que va á comprar no se le vende; Y huye el vulgo dél cuando le encuentra; Y si es leal, le prestan y convidan Y hasta los principales le honran y aman, Le buscan, le regalan y le aclaman.

Es aquella una hora de cita que, sin saberlo ellos mismos, se dan los vetustenses para satisfacer la necesidad de verse y codearse, y oír ruido humano. Es de notar que los vetustenses se aman y se aborrecen; se necesitan y se desprecian. Uno por uno el vetustense maldice de sus conciudadanos, pero defiende el carácter del pueblo en masa, y si le sacan de allí suspira por volver.

Todos los que aman, o los que amaron, se imaginarán fácilmente las imaginaciones, la fiebre, los súbitos transportes de esperanza, los repentinos golpes de desaliento que atenazaron el alma de Jacques Fabrice en las eternas horas que le separaban del mañana.

¿Y cómo le recobrásteis? No le recobré yo. ¿Pues quién fué? Ese caballero, que no por qué razón acertó á venir con dos amigos por la Cava Baja, cuando ya se llevaban el cofre. ¡Don Juan Téllez Girón! ¡Ah! ¿sabéis ya cómo se llama? Anoche le casé. ¡Que le casásteis! , con doña Clara Soldevilla. Pero, señor, ese mancebo ha caído de pies en la corte, todas le aman.

Palabra del Dia

ciencuenta

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