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¡Ah! ¡ah! dijo el padre Aliaga para ; ¿conque la de Lemos y Quevedo mancillan los nombres de dos familias ilustres? ¡se aman! ¡Quevedo es amigo de ese don Juan, y la condesa de Lemos es camarera de la reina! El padre Aliaga se quedó profundamente pensativo y guardó la carta de la abadesa.

El alegre doctor cesó de reír ante la gravedad de Maltrana. Este le habló de Feli y de su enfermedad. ¡Vamos, es una queridita que te has echado! dijo el médico. Isidro contestó afirmativamente. ; una querida a la que amaba como muchos maridos no aman a sus mujeres; una querida que podía gloriarse de una fidelidad que pocas esposas conocían.

No lo recuerdo, solo puedo decir que las leí entre las notas de mi cartera, encabezadas con dos renglones que decían: «Recuerdos de FilipinasDe cómo no es verdad que las mujeres no aman, los pájaros no cantan y las flores no huelen.

14 Y le dijo Zeres su mujer, y todos sus amigos: Hagan una horca alta de cincuenta codos, y mañana di al rey que cuelguen a Mardoqueo en ella; y entra con el rey al banquete alegre. Y agradó la cosa en los ojos de Amán, e hizo preparar la horca. 1 Aquella noche se le fue el sueño al rey, y dijo que le trajesen el libro de las memorias de las cosas de los tiempos; y las leyeron delante del rey.

Pues volviendo á la historia de Pisa, los padres del novio retiraron al hijo el dinero; esto es, quitaron el alpiste al pájaro para que volviera á la jaula. El estudiante encontró manera de hacer que su novia supiese lo ocurrido, porque no hay manera que no encuentren los que se aman; la novia se turba, se turba el novio, ambos se creen perdidos en sus ilusiones, se ven, se miran.... ¡Ah!

4 Gócense y alégrense en ti todos los que te buscan; y digan siempre los que aman tu salud: Engrandecido sea Dios. 5 Yo [soy] pobre y menesteroso; apresúrate a , oh Dios. Ayuda mía y mi libertador [eres] ; oh SE

»Enumero estas circunstancias, que son hijas del acaso y no debidas a mi propio mérito, considerando que con este patrimonio, con la nobleza de mi estirpe, y con la protección de los que me aman puedo escalar la cumbre de la carrera de la diplomacia, a la que me he consagrado. »Caballero: tengo el honor de pedir a usted la mano de su hija, la señorita Magdalena de Avrigny

Estas almas se aman y se gozan entonces, como si amaran y gozaran a Dios: amándole y gozándole, porque Dios son ellas.

Quedose, pues, mi madre casada y enamorada, y si no con el dolor de viuda, con las angustias de ausente; que las mujeres que bien aman, aunque yo de amores no entienda, tengo para que han de recelar y temer por todas partes una mudanza o un peligro que les roben su esposo, y a verle no vuelvan. Pasaba el tiempo, y mi padre no volvía.

Yo, que sentía la comezón de todos los que aman por explayarme y narrar las menudencias de mis amores, respondí sonriendo: Pues ... creo que lo estoy un poco. Una mijita, ¿eh? ¿Ve uté como a no se me escapa nada? exclamó, rebosando de alegría y triunfo, como si hubiera descubierto un tesoro escondido.