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Actualizado: 4 de junio de 2025


Por ejemplo, al pasar de un salon a otro, está sentado bajo el umbral un pobre viejo que lee con atencion, sin mirar á nadie; y como es imposible dejar de pisarle y estrujarlo al pasar, porque el hueco es muy estrecho, el buen viejo alza la cabeza y mira con extrañeza al visitante descortes. El viejo lector no responde, vuelve á agachar la cabeza y continúa su lectura.

Esta copa funeraria le inspiró una idea felicísima; la de cubrir la cabeza del capellán con su boina y adornarse él con el canalón de éste, que descansaba sobre una silla. Así vestidos volvieron a la danza, haciendo dos figuras realmente interesantes. El barón dio un traspié y cayó. Alza, tío Diego. El fraile le cogió de nuevo las manos que había soltado y tiró con fuerza hacia arriba.

Y tanto él como Juanito manteníanse firmes, a pesar de que continuaba el alza y no se veía la menor probabilidad de que pudiesen cumplirse las predicciones de don Ramón. Algo más que el desgraciado negocio preocupaba a Juanito.

Me veo reducida a pensar en ti con angustia, con tortura, y la conciencia de mi falta me hace palidecer cuando el murmurio del viento trae tu nombre a mis oídos. Entre nosotras se alza un espectro feroz, de miradas ardientes, horroroso y grotesco a la vez, con serpientes entrelazadas en sus cabellos, y que extiende hacia sus manos armadas de garras para separarme eternamente de ti.

Y una vez más contesté: No, amor mío. Y sin embargo, existía un hombre no Miguel, que debía de separarme de ella y por cuya vida iba yo a arriesgar la mía. A dos leguas de Zenda y por la parte opuesta de aquella donde se alza el castillo, queda un extenso bosque.

Pero el peso del noble le doblegó y rodaron los dos por el suelo. ¡Alza, tío Diego! ¡Alza, tío Francisco! Ambos se revolcaban soltando bárbaras carcajadas. El barón logró al fin ponerse en pie. El capellán le imitó al cabo de un rato. Pero su alma, iluminada un momento por los recuerdos de la juventud, cayó otra vez repentinamente en la sangre y el exterminio. Se dirigió ferozmente a su amigo.

Se levantó rígido, tieso como un muerto, pareciendo que se alargaba su estatura hasta crecer la mitad... Allí..., allí..., allá lejos, a veinte brazas de aquella roca se agitaba el agua un poco, se formaba un remolino, aparecía un punto negro... , , no había duda... ¡Jesucristo!... ¡Una manita crispada que se alza pidiendo socorro!...

No tenía amigos franceses, y al salir á la calle, sus pasos le encaminaban instintivamente hacia los lugares de reunión de los argentinos. A éstos les ocurría lo mismo. Se habían alejado de su patria, para sentir con más intensidad el deseo de hablar de ella á todas horas. Leía los periódicos de allá, comentaba el alza de los campos, la importancia de la próxima cosecha, la venta de novillos.

Presto volvió la vieja, sustentando con dificultad del brazo á una muger que venia toda trémula, de magestuosa estatura, cubierta de piedras preciosas, y tapada con un velo. Alza ese velo, dixo á Candido la vieja. Arrímase el mozo, y alza con mano tímida el velo. ¡Qué instante! ¡qué pasmo! cree que está viendo á su baronesita, á su Cunegunda; y así era la verdad, porque era ella propia.

Frente á la espaciosa y limpia casa de Ubaldo, enclavada en la playa, se alza, cual un verdadero canastillo de flores, la islita Ticlines. De Matnog á Bulusan hay, por tierra, 29 kilómetros, haciéndose el viaje en hamaca. A la mitad del camino encuéntrase la visita de Busainga, en donde puede descansarse.

Palabra del Dia

rigoleto

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