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¡Oh! Santa Teresa es un curiosísimo caso de alucinación. El doctor Charcot hubiera sacado gran partido de ella a haber vivido en su tiempo respondió Sánchez reflexivamente. Hubo algunos instantes de silencio. Los dos fisiólogos meditaban.

Aquí subieron de punto la consternación y el asombro del padre vicario. Si el santo de su mayor devoción hubiera sido arrojado del altar y hubiera caído a sus pies, y se hubiera hecho cien mil pedazos, no se hubiera el vicario consternado tanto. Todavía miró a Pepita con incredulidad, como dudando de que aquello fuese cierto y no una alucinación de la vanidad mujeril.

Fuera por efecto de lo que acababa de oír, fuera simplemente que mi fantasía se hallase por dispuesta a la alucinación, que siempre produce un bello espectáculo en la solitaria y muda noche, lo cierto es que vi en aquellas irregulares manchas del cielo veloces escuadrones que corrían de Norte a Sur, y en su revuelta masa las cabezas de los caballos y sus poderosos pechos, pasando unos delante de otros, ya negros, ya blancos, como disputándose el mayor avance de la carrera.

En esta alucinación metido y disponiéndose a responder a Nieves, le sorprendió la voz del propio don Alejandro, diciendo desde la puerta del balcón: Niña, que te va a hacer daño el relente. Los dos de la barandilla se volvieron cara adentro. Nieves, más serena que Leto, respondió al punto: Al contrario, papá: me va sentando muy bien.

Aquellas vacilaciones, aquellos miramientos, aquella timidez en persona tan desenfadada y atrevida, nacen de respeto, y no de menosprecio. Además, un hombre de mundo, entendido como es él, no podía caer sino por un breve instante en tan absurda alucinación.

La suerte suya era que aquello se pasaba, como pasaría una jaqueca; pero la alucinación recobraba su imperio durante el sueño, y allí eran los disparates y el teje maneje de unas aventuras generalmente muy tiernas, muy por lo fino, con abnegaciones, sacrificios, heroísmos y otros fenómenos sublimes del alma.

La idea de la belleza se asocia naturalmente a las de la bondad y de la virtud, que son contiguas, hasta el punto de que nada sea más fácil que atribuir estas dotes a los seres hermosos; pero ¿acaso no estaba acostumbrado, no solamente a defenderse de las deducciones demasiado naturales y no comprobadas todavía, a observar con igual penetración a los otros, a mismo y a la vida; acaso no había concluido por negar a ésta toda importancia? ¿De modo que iba a pagar su larga, enérgica, desesperada resistencia a todas las seducciones, con una alucinación repentina?

Tal alucinación en pleno día era señal de mi estupidez, por lo cual, burlándome de propio, seguí mi camino. Pasando bajo la imagen, contemplaba el jirón de la cometa, cuando me detuve de nuevo, porque un objeto rozó mi cara, produciéndome escalofrío. El jirón de papel se había desprendido de la imagen, cayendo sobre mi. ¡Vean ustedes lo que es el estado del ánimo!

Tan rara alucinación era, sin duda, causada por la vuelta a Ulloa, después de un paréntesis de dos lustros. ¡La muerte de la señora de Moscoso! Nada más fácil que cerciorarse de ella.... Allí estaba el cementerio. Acercarse a un muro coronado de hiedra, empujar una puerta de madera, y penetrar en su recinto.

Parecióle entonces al estudiante que la casa iba á estallar de un momento á otro y que paredes, lámparas, convidados, tejado, ventanas, orquesta, volaban lanzados por los aires como un puñado de brasas en medio de una detonacion infernal; miró en torno suyo y creyó ver cadáveres en lugar de curiosos; los veía mutilados, le pareció que el aire se llenaba de llamas, pero la serenidad de su juicio triunfó de aquella alucinacion pasagera que el hambre favorecía y se dijo: Mientras no baje, no hay peligro. ¡Aun no ha llegado el Capitan General!