Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 9 de mayo de 2025
A la izquierda de la alquería, bastante lejos, resonaba como un chisporroteo sordo y profundo, en los puertos del Grosmann. ¡Luisa, Luisa! gritó la labradora ; ¿no oyes? ¡Sí!... ¡Oh, Dios mío, es terrible! Catalina saltó de la cama. Levántate, hija mía añadió ; vamos a vestirnos en seguida. Los disparos aumentaban, y sus fogonazos cruzaban por los cristales como relámpagos.
Febrer, así que cerró la noche, se dispuso a bajar a la alquería, con el gesto hosco, la mirada dura, las manos nerviosas por un imperceptible temblor homicida, lo mismo que un guerrero primitivo al emprender una expedición desde la cumbre al valle.
Pero después, súbitamente acobardada, ya no quiso ir. Sólo sabía llorar, y se opuso a que el muchacho cumpliera su propósito de escaparse por las bardas del corral. Habían oído el auquido junto a la alquería, mucho después de los disparos; y al hablar de este grito, sonreía el muchacho con aire malicioso.
La cigüeña zancuda inmigra de Oriente o de Africa, y busca el nido en el viejo torreón o en el alto mirador de la alquería. Tal vez allí la rubia y joven campesina alemana le puso al cuello, antes de que se fuese, una cinta con algún romántico letrero. Cuando vuelve, se pasma la muchacha de ver que le contesta algún muftí del Cairo o algún santón de la Meca con otro letrero escrito en arábigo.
Haga su santa voluntad, don Jaime; pero acuérdese de lo que le digo. Nos espera una desgracia, una gran desgracia. Salió el payés de la torre, y Jaime lo vio alejarse cuesta abajo, hacia su alquería, moviéndose al impulso de la brisa marítima las puntas de su pañuelo y el mantón mujeril que llevaba sobre los hombros. Desapareció Pep tras las bardas de Can Mallorquí.
Era un trovo nuevo: todos los sábados traía versos el Cantó, en honor de la atlota de la alquería. El encanto de la música bárbara y monótona, admirada desde la niñez, obligó a callar a todos. La santa emoción de la poesía hacía estremecerse por adelantado a estas almas simples.
Al anochecer bajó a la alquería para traerle la cena. Ya había encontrado en el porche varios cortejantes venidos de muy lejos, que esperaban sentados en los poyos el principio del festeig. ¡Hasta luego, don Jaime!...
Por encima de la carretera que costea oblicuamente la ladera hasta llegar a los dos tercios de la cumbre se veía entonces una casa, rodeada de algunas fanegas de tierra de labor, la alquería de Pelsly, el anabaptista: era un edificio bajo, de tejado plano a propósito para poder resistir los fuertes vientos que en tal sitio combatían; detrás de la casa, hacia la cúspide de la sierra, se extendían los establos y las corralizas de cerdos.
Batiste desperezábase con voluptuosidad, dominado por el bienestar tranquilo de que parecía impregnado el ambiente. Roseta, con los chicos, se había ido al baile de la alquería; su mujer dormitaba bajo el sombrajo, y él se paseaba desde su vivienda al camino, por el pedazo de tierra inculta que daba entrada al carro.
Al verse Febrer en una pieza de Can Mallorquí, tendido en una cama alta tal vez la cama de Margalida , fue dándose cuenta de lo ocurrido poco antes. Había llegado por su pie a la alquería, apoyado en Pep y su hijo, sintiendo a sus espaldas unas manos de simpático tacto que parecían temblar.
Palabra del Dia
Otros Mirando