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Pero el amo no se daba cuenta de nada, cegado por la emoción. La vista de las dos filas de hombres marchando entre las cepas y el canto reposado del sacerdote, conmovían su alma.

Su actitud revelaba tanta dignidad como inocencia. Era la agredida, y no sólo podía serenarse más pronto, sino responder a la ofensa con desdén soberano y aun con el perdón mismo. La otra sintió, por el contrario, tremendo peso dentro de . ¡Ay, su acción descompuesta y brutal le gravitó en el alma como si la casa se le hubiera desplomado encima!

Todas las operaciones diversas por las que pasaba la materia transparente, irisada y líquida, lo interesaban con pasión, y de esta suerte se desarrollaba en él una alma de artista, prendado de su arte. Durante el tiempo de su aprendizaje no dejó un solo instante de tener la más perseverante energía.

¡Hija de mi alma!... La lengua me partiera en dos con los mesmus dientes mius si la viera en tentaciones de parláselu... ¡igual que al probe señor y mi amu! ¡Santa Virgen de las Nieves!... Y, por caridá de Dios, no me pregunte más de esu por ahora... ni nunca jamás, señor don Marcelu; que yo, por la cuenta que me trae, buscaré el amparu de usté cuando la carga me rinda y las angustias me ajueguen... porque la peste ha de golver, y sin mucha tardanza, señor don Marcelu. ¡Ay, desdichada de !... ¡Y el amu... y Tona!... ¡Santa Virgen la mi Madre!

Pilar se embobaba especialmente con las copas de ágata que servían de joyeros, con las alhajas de distintas épocas, entre las cuales había desde el amuleto de la dama romana hasta el collar, de pedrería contrahecha y finos esmaltes, de la época de María Antonieta; pero Lucía se enamoró sobre todo de los objetos de iglesia, que despertaban el sentimiento religioso, tan hecho para conmover su alma sincera y vehemente.

Cuando lo vi... cuando me miró, parecióme que mi alma descorría un velo misterioso, que se entraba en ella aquella mirada, que la llenaba, que la besaba, que la acariciaba, que la encendía... sentí... un placer doloroso... debí ponerme pálida. Y seria como una difunta. Yo creo que él también vaciló. Pues ya lo creo.

Triste, doliente, llorosa, parecía decirme: «Me ofreciste tu alma y tu vida; me ofreciste tu corazón, y se los diste a otra.... ¡Ingrato!» Y aquella voz tenía el timbre de la voz de Angelina. La visión desapareció arrebatada por una ráfaga del viento matinal que pasó estremeciendo las copas de los naranjos y columpiando los floripondios.

Eso no tiene importancia, puesto que lo he borrado. Quisiera saber qué tiene usted que reprochar a esa amable persona. Elena me miró con fijeza. ¿Le interesa a usted mucho esa amable persona? Lo que me interesa, Elena, es la manera que usted tiene de juzgar las personas... Me gustaría penetrar en su alma, tan secreta y prudente, y aprovecho para ello todas las ocasiones que se presentan...

Luego acudieron todos a Quiteria, y unos con ruegos, y otros con lágrimas, y otros con eficaces razones, la persuadían que diese la mano al pobre Basilio; y ella, más dura que un mármol y más sesga que una estatua, mostraba que ni sabía ni podía, ni quería responder palabra; ni la respondiera si el cura no la dijera que se determinase presto en lo que había de hacer, porque tenía Basilio ya el alma en los dientes, y no daba lugar a esperar inresolutas determinaciones.

eras mi pastor, y tenías mi alma á tu cargo, y me conoces mejor que estos hombres. Yo no quiero perder á mi hija. Habla por : sabes, porque estás dotado de la conmiseración de que carecen estos hombres, sabes lo que hay en mi corazón, y cuáles son los derechos de una madre, y que son mucho más poderosos cuando esa madre tiene sólo á su hija y la letra escarlata. ¡Mírala!