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Actualizado: 27 de junio de 2025


El vastísimo comercio de Marsella, alimentado por el mundo entero, abraza todos los artículos que la industria exterior puede producir; pero hay algunos que merecen mencion especial, porque constituyen por su naturaleza y su enorme valor total la base principal del tráfico alimentado por tantos millares de fragatas, bergantines, barcas y vapores que de todos los puntos del globo van á ofrecer su carga sobre los muelles de Marsella.

Debemos decir en justicia que nunca Beatriz, una vez consumada la ruina de su familia, había alimentado esperanza alguna de ver un día compartidos sus sentimientos con el marqués, y sancionados por el matrimonio, advirtiéndole su razón distintamente cómo Pierrepont estaba para siempre perdido para ella y que sólo a milagro pudiera deber el verlo su marido; pero en fin, en tanto que Pedro continuase soltero podía tal vez el Cielo operar el prodigio... y este blando ensueño le daba la vida... más ahora... ¡Oh, ahora!... La dulce quimera habíase para siempre desvanecido.

Por último, pasión más durable que todas había concebido, alimentado y guardado Salomón por la Sulamita, en cuya alabanza dejó compuestas las poesías amatorias más bellas que habían sonado hasta entonces en lengua humana. Pero Salomón, en medio de tantos deleites y triunfos, estaba hastiado. Nada le satisfacía. Todo era para él vanidad de vanidades y aflicción de espíritu.

Es menester para mi eterno reposo que ella me perdone por haber convertido en veneno el bálsamo y su afecto inocente en incentivo vicioso; por haber alimentado con la purísima luz de sus ojos este fuego del infierno que me abrasa y que mancha lo limpio de su imagen que llevo grabada en el alma. A pesar tuyo, Dios mío, a pesar tuyo y en contra tuya, la llevo grabada con rasgos indelebles.

Y por último, sus condiscípulos se encargaban generosamente de advertirle sin cesar que era un desdichado sin padres, alimentado por la caridad y que debiera estar en el hospicio y no alternando con hijos de zapateros distinguidos, albañiles, sastres y panaderos fashionables, y otra gente no menos principal y digna de respeto.

Ese sueño que parece alimentado por las alas de un ángel invisible, que se agitan en el misterio de la noche, ese sueño no se duerme sino en una edad. La expresión de un niño dormido atrae irresistiblemente. ¿Qué sueña esa alma inocente? ¿Qué idea, qué pensamiento agita ese cerebro?... ¿Por qué late suave, pausadamente, sin agitaciones ese tierno corazón de ángel?

Te digo, Vauberger replicó la mujer, que si lo hubieras visto vaciar su garrafa, se te hubiera partido el corazón... Y mira, si yo creyera que piensas lo que dices, cuando exclamas con la negligencia de un cómico «si se mata lo enterrarán...» Pero no lo puedo creer, porque en el fondo eres un hombre, aunque no te gusta ser perturbado en tus hábitos... Piensa, pues, Vauberger... ¡no tener fuego ni pan!... Un muchacho que ha sido alimentado con tan buenos manjares y criado entre pieles como un príncipe. ¿No es esto una vergüenza, una indignidad, y no es un bribón el gobierno que permite semejantes cosas?

La verdad era que el tipo aristocrático no se perdía, pese a la chusma que no quiere clases. Aquella niña en cuanto la habían separado de una vida vulgar, en poder de un padre extraviado y liberalote, y la habían alimentado bien, había recobrado el tipo de la raza. Se votó por unanimidad que era hermosísima. La plebe opinaba lo mismo que la nobleza, y la clase media era de igual parecer.

Te pediré perdón de rodillas por haber alimentado a veces malos pensamientos contra ti, pero es necesario que me otorgues una cosa: es preciso que me jures aquí, sobre este cadáver, que nada sabías, que en todo me has dicho la verdad. Y la acercó al cadáver que parecía contemplarlo con su sonrisa de beatitud, como una novia que sonríe a su novio.

Juanito le curó las heridas, que eran leves, con árnica, y luego, ayudado de Atanasio el jardinero, le lavó con jabón y un estropajo. Entonces se vió que Fortuna no era tan feo como parecía bajo el andrajoso manto de la miseria, que con un buen collar y bien alimentado podía presentarse en cualquier parte sin que su amo se avergonzara.

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