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La necesidad de asistir y cuidar á esas criaturas sin vida, como bienaventuradas, y la humildad de carácter que el coto y el idiotismo han inspirado á los pacíficos habitantes del Valais, han alimentado allí las ideas piadosas, las costumbres benévolas, las tradiciones llenas de poesía religiosa, la sencillez en los gustos, la modestia en todas las aspiraciones, y cierta tendencia al ascetismo y la beatitud contemplativa, que dan á las poblaciones una fisonomía particular.

Era el corazón de Beatriz, a pesar de su orgullo aristocrático y de sus vanidades mundanal, demasiado noble, demasiado generoso, para mostrarse insensible a la actitud firme, magnánima, heroica del artista enfrente de la muerte; y en su admiración, mezclada de profunda, lástima y quizás de sentimientos más tiernos todavía, ella no recordaba sino para sonrojarse los mezquinos reproches que allá en su fuero interno había alimentado contra su marido; admirábase de haberlo hasta tal punto desconocido, de haber tan injustamente cerrado los ojos ante las luminosas cualidades del hombre y del artista para fijarse sólo en algunas miserables imperfecciones de detalle.

Tendríamos billetes gratis hasta la frontera; ¿pero de la frontera para allá? Si no son más que doscientos treinta kilómetros dijo con gran espontaneidad Rosalía, que había alimentado su ilusión leyendo la Guía de ferrocarriles. Sean pocos o muchos, esos kilómetros nos habrían de salir caros.

Por eso, desde que correr, tengo buen plumaje y estoy bien alimentado, experimento la alegría del vivir. Sin embargo, una cosa teníame algo intranquilo y era esa célebre conclusión de la veda, de que nuestras madres hablan en voz baja unas con otras.

Lo que se debe á mismo y lo que debe á ellos es: no hacer por más tiempo de la pesca una caza ciega, bárbara, en la cual se mata más de lo que puede aprovecharse, inmolando sin provecho el pescador á los pequeñuelos que, dentro de un año, habríanlo alimentado espléndidamente; y ahorrando la vida á uno habríase dispensado de dar muerte á una infinidad.

Era el hostelero Princetot quien, habiéndole alimentado, educado y sostenido en la vida, podía sólo enorgullecerse de su paternidad legal; y a ese hombre era a quien Simón amaba como si fuese su padre... Entonces, bajo una forma nueva volvió la duda a penetrar en el espíritu de Francisco: «Después de todo, pensaba, ¿qué sabemos?

Tan turbada como yo, intentó distraerme cantando una de esas melodías que tantas veces habían encantado nuestras veladas. Era ¡podría olvidarlo jamás! Era así: «Clara y Paulino veían transcurrir apaciblemente sus días, y veían florecer su juventud y sus amores. Nada, en apariencia, podía separarlos, y se aproximaba el acontecimiento alimentado por su esperanza.

El ingrato corzo, alimentado con leche recién ordeñada como el hijo de un caballero y renuevos tiernos de zarzamoras que la niña iba recogiendo todo el día por los caminos, agasajado y mimado como ningún infante lo fuera, pues hasta se le dió derecho de dormir en la misma cama que ella, ¡quién lo diría! se huyó una tarde á los montes y no volvió á parecer más.

Para un hombre lleno del espíritu del siglo XVIII, alimentado con la lectura de los enciclopedistas, creyente en Dios, pero hablando siempre de la naturaleza, no hay que exponer aquí cuán horrible aparecía el sacrificio de la hermosura, de la vida, del brío juvenil, sintiendo ya sin duda fervorosamente el amor y reclamándole, en aras de un sentimiento misterioso, de un objeto, á su ver, impalpable y hasta incomprensible.

Adivino de su próxima muerte, el Rey veía arrebatado a su sucesión directa aquel trono que quiso asegurar con el absolutismo. ¡Y era el absolutismo quien le destronaba! ¡La fiera a quien había alimentado con carne humana, para que le ayudara a dominar, se le tragaba a él, después de bien harta! ¡Cómo se reirían en sus tumbas, si posible fuera, los seis mil españoles que subieron al patíbulo para servir de cebo a la mencionada fierecita!