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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Eran heridos de los días anteriores que hablan logrado arrastrarse hasta allí; heridos de la misma noche, que restañaban la sangre fresca con vendajes improvisados; mujeres alcanzadas por las salpicaduras del combate. El capitán entró en este refugio, que olía á carne descompuesta, sangre seca, ropas sucias y alientos agrios.

El temor, pronosticando mi muerte, dice temblando que viva, mire y no quiera: y vos que no viva, ó muera, decís, pensamiento, amando. Mirar que á gloria convida, aunque mate, es de tal suerte que infunde alientos de vida: no mirar es una muerte que el temor tiene escondida.

Volvió en breve, y el tren comenzó de nuevo su marcha, que de noche parecía vertiginosa y fatigosa de día. El sol iba ascendiendo a su cenit, y el calor se anunciaba por ráfagas tibias y pesadas, alientos de fuego que encendían la atmósfera.

Si conservais alientos Y sangre en vuestras venas, El aire que os circunda De fuego llenaré, Y la dorada copa Que el entusiasmo inspira, Al silvo de las balas Tranquilo os brindaré. Mas si temblais cobardes, En vez de altivos cantos Viriles maldiciones Levantará mi voz; Y en vez de alzar la copa Del génio de la patria, Os lanzaré mi lira Con ímpetu feroz.

No era ya aquel hombre que engañaba al siglo con sus cincuenta y ocho años disimulados por una salud de hierro, por alientos y espíritu dignos de un joven de treinta, con ilusiones y sin vicios.

El llanto de mis remordimientos lo lavaría todo; y, además, yo necesitaba aquello para vivir. »Salí en seguida con mayores alientos y mejores esperanzas; hice a mi doncella los encargos que juzgué convenientes para atender al cuidado de Luz, y bajé al portal. El aire, el sol, el ruido y el movimiento de la calle me produjeron una impresión tristísima.

Confundíanse sus alientos. , Amaury, dijo la joven. me haces ruborizar y palidecer a tu antojo. Eres para lo que el sol para las flores. ¡Oh! ¡Qué placer! ¡Qué feliz soy al poder vivificarte así, con la mirada, al poder reanimarte con una palabra! ¡Te amo, Magdalena, te amo! Reinó el silencio un momento, durante el cual parecía haberse concentrado toda el alma de Amaury en su mirada.

Pues yo no me voy sin verla, me dije, y pian pianito, comencé á pasear la calle sin perder de vista la casa, con la misma frescura que un cadete de Estado Mayor. Después de todo, aquí nadie me conoce me iba repitiendo á cada instante, á fin de comunicarme alientos para seguir paseando. Además, yo no tengo nada que hacer ahora; y lo mismo da vagar por un lado que por otro.

Y, diciendo esto, comenzó de nuevo a dar asalto a su caldero, con tan buenos alientos que despertó los de don Quijote, y sin duda le ayudara, si no lo impidiera lo que es fuerza se diga adelante. Capítulo XXI. Donde se prosiguen las bodas de Camacho, con otros gustosos sucesos

A la vera del último de los de esta serie de ellos, en el centro de un reducido anfiteatro de cerros pelados en sus cimas, se veían surgir reborbollando los copiosos manantiales del famoso río que, después de formar breve remanso como para orientarse en el terreno y adquirir alientos entre los taludes de su propia cuna, escapa de allí, a todo correr, a escondidas de la luz siempre que puede, como todo el que obra mal, para salir pronto de su tierra nativa, llevar el beneficio de sus aguas a extraños campos y desconocidas gentes, y pagar al fin de su desatentado curso el tributo de todo su caudal a quien no se le debe en buen derecho.

Palabra del Dia

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